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Considerada matris de todas las festes de carrer de Castellón, Sant Blai demostró ayer su poderío y ensamblaje con las más arcanas tradiciones de fe y devoción castellonera. Lolín Sol ejerció de clavariesa de una fiesta que conserva rituales y protocolos con epicentro en la parroquia trinitaria de la plaza de las Escuelas Pías. Pese al frío reinante, centenares de vecinos cumplieron con la liturgia del catolicismo más regio que impregnan estas antiguas celebraciones de religiosidad y acervo espiritual.

Castellón fue más Sant Blai, más gloriós, que nunca. Los clavarios el 2020 serán Marián Galindo y Javier Manzanero. Recibieron anoche en sus casa la imagen del santo obispo que custodiarán fervorosamente durante todo un año.

Fiesta suprema que entronca con las más atávicas tradiciones de un Castellón lejano en el tiempo, pero que se sigue manteniendo contra viento y marea. Había, además, ganas de procesión, después de que el año pasado la lluvia impidiera que Sant Blai saliera al encuentro de los vecinos en un cortejo de representaciones de entidades e instituciones cívicas y religiosas como la gaiata 5 Hort dels Corders, la 4 L’Armelar, la Real Cofradía de la Mare de Déu del Lledó; la Muy Ilustre Cofradía de la Purísima Sangre, la Junta de Festes... y acompañamiento del Ayuntamiento, con el concejal de Fiestas, Omar Braina, y el de Ermitas, Enric Porcar. Y, en los corazones, un Visca Sant Blai! balsámico.