El otro día paseando por la calle, con mi buen amigo Miguel Blasco nos tropezados con dos individuos que se estaban increpando de una manera bastante airada, al extremo que se veía, palpablemente, que iban a llegar a las manos. Algunos viandantes más curiosos, se quedaron in situ, a ver como terminaba el altercado. Nosotros seguimos, incómodos por la situación, y unos pasos más adelante un par de mujeres que venían en sentido contrario comentaban: «¡uy esos dos se están echando sapos y culebras por la boca!» Para los lectores curiosos comentaré que los protagonistas de la reyerta no llegaron a agredirse porque algunos de los que por el entorno estaban, les separaron en una acción de hombría de bien y, como el tabernero de la zarzuela La verbena de la Paloma, enviaron a cada uno en dirección opuesta.

El tema de esta columnilla vine de la frase que profirió una de las dos señoras con las que nos cruzamos «¡uy esos dos se están echando sapos y culebras por la boca!». La locución es antigua, de hecho se refiere a la invectiva de proferir imprecaciones, maldiciones o blasfemias. De hecho, en el diccionario de 1787 de Esteban de Terreros, se identifica esta expresión con el hecho de disparatar o enfurecerse. Nada de extraño. Ya en los textos sacros del medievo se identifica a los reptiles y batracios con la figura del maligno y por ello cuando se hacía referencia a algún endemoniado, se utilizaba esta locución. Por supuesto no se trata en la semántica de echar bichos repugnantes por la boca, sino que la acción tiene, como se ve, un profundo significado simbolista.

*Cronista oficial de Castelló