Tiene apenas cinco meses, pero es un perro “grande, muy grande”. Y lo es de corazón. Scooby ha llegado como “una verdadera y positiva medicina” a la vida de los 15 jóvenes drogodependientes que viven en la comunidad terapéutica de Los Granados de la oenegé Patim en Castellón, y a la de los ocho profesionales que allí trabajan, y lo ha hecho “para quedarse”, comentan.

Tras un mes de adaptación, en el que Mercedes Cerdá, su mamá de acogida y voluntaria en el centro, “lo trajo a ratos, para que conociera a los chavales, se acostumbrara a ellos y al entorno, y funcionó”, el centro lo ha adoptado. Francisco López, presidente de la entidad, explica que “Scooby se ha convertido en una referencia fundamental en la vida de nuestros pacientes en rehabilitación, dentro de las acciones terapéuticas del centro”, tras formalizar, ayer, la adopción de manos de la asociación sin ánimo de lucro Dignitat Animal, y su portavoz, Antonio Girona, que fueron los que lo encontraron y dejaron en acogida a la voluntaria. Fue una entrega oficial y simbólica a Patim, donde el cruce pastor alemán ya “vive como uno más”.

“El perro llegó muy cachorro, con una oreja caída, y ya corre e interacciona con los pacientes”, explica López, que recuerda a Thor, un perro que murió ya hace unos años y que convivió con la comunidad de Patim durante 15 años. “Habíamos probado con otros perros, porque está demostrado que son pura energía positiva, pero hasta Scooby no había cuajado. El can ya se ha hecho a todos y ellos a él, en un reto mutuo”, señala. Uno de ellos lo lava, otro lo pasea, un tercero se encarga de sus aperos, de su comida. “Todos se implican, y él le levanta el ánimo a todos; no tiene un amo, tiene 15”, apostilla el director.

EFECTO TERAPÉUTICO // Patim, como entidad que da respuesta profesional al fenómeno de las adicciones y la exclusión social, centrándose en la integración, trabaja tanto a nivel preventivo como de ejecución de acciones y tratamientos, y Scooby actúa como “repartidor de felicidad; les mira, les entiende, les comprende, les da mimos y les acompaña, ayudándoles y haciéndoles crecer como personas y en responsabilidad, y, mientras, él también ha ido haciéndose un poco más mayor”. “El perro y los internos van de la mano en el proceso”.

López se congratula de haber dado un hogar al animal y de asumir una iniciativa tan beneficiosa para la comunidad terapéutica. “Es un beneficio mutuo”, dice, e insiste en “la necesidad de concienciación institucional de las ventajas que implica tener un animal en centros de mayores, asociaciones con proyectos de integración, y cualesquiera que fomenten los valores esenciales de convivencia y de respeto social”. La adopción de Scooby es, según el presidente de Patim, “todo un ejemplo de colaboración entre dos instituciones cuya finalidad común es contribuir, cada una en su ámbito, a una sociedad más justa y más humana”. Un pastor alemán que “ya es el miembro más joven del proyecto”. H