Hace algunas semanas, acompañado por Arturo Oliver, excelente arqueólogo y brillante exalumno, tuve la ocasión de visitar las excavaciones y la restauración de la villa romana de Binamargo que se encuentra en el camino que lleva al Grau a través de esta partida. Una amplia extensión de almacenaje que cabría datar en los siglos II al IV de nuestra era.

Los arqueólogos y los restauradores que nos atendieron, nos informaron, con toda precisión, de las labores realizadas de investigación, salvaguarda y consolidación del enclave, por las cuales cabe felicitarles, significando especialmente que la amplia superficie excavada no es más que una parte de una amplia construcción que se encuentra en el subsuelo de varias fincas de naranjal adyacentes a la zona en estudio.

AL PARECER, los restos encontrados hasta el momento informan de que nos encontraríamos ante un amplio emporio de cuartos de almacenaje dónde se guardaban enormes «dolium» (vasijas de gruesas paredes) que patentizaban un activo comercio de vino, aceite y áridos a través de alguna rada en la cercana costa.

Entre las estancias, aparecía una de forma basilical, con ábside incluido, que estaba sujeta a controversia. Les apunté a mis doctos cicerones si no podría ser el lugar en el que se llevaran a cabo las contrataciones de comercio.

No era más que una opinión, pero es que el imperio de la importante excavación facilita todo tipo de seductoras especulaciones a los devotos de la historia.

*Cronista oficial de Castellón