Creo que fue el humorista Clarasó quien con su especial gracejo decía «no os fieis de las personas que no ríen porque no son serias». Yo creo que tenía razón como también la tiene el proverbio escocés: «Sonría, por favor…!» Y viene esto a cuento de que hace unos días aparecí ante un mostrador (omito los datos identificativos) donde un señor con cara de pocos amigos intentó «atenderme» sobre una gestión bastante banal. Quise ser amable, cordial y educado, por supuesto, aderezando mi pregunta con una sincera sonrisa. La atención fue pésima y no menos lo fue su semblante. Con toda amabilidad y disimulo le dije (porque uno a ciertas edades se atreve a decir cosas, eso, sí, educadamente): «¿Puedo darle un consejo? Un refrán escocés dice: Sonría, por favor, cuesta menos que la electricidad y da más luz». Sin esperar su reacción puse pies en polvorosa.

No sé cómo reaccionaría ante la anecdótica situación ni los epítetos que esta habría provocado en el corto espacio de mi huida. Luego sentí lástima --eso, lástima-- por el pobre hombre. ¡Qué desgracia, no saber sonreír! Ignoro si el hecho le movería a la reflexión o, por el contrario, incrementaría su semblante entre inexpresivo y casi hierático. Quedaba en entredicho la definición de Aristóteles del ser humano como «homo ridens». «¿Es que él no encontró en la tierra motivos para reír?», pregunta Zaratustra.

*Profesor