Cuando recorro nuestra ciudad siempre encuentro algo nuevo (o es que lo viejo me parece novedoso), pero no lo encuentro aburrido. “Nadie se baña dos veces en el mismo río”, decía Heráclito. Y tenía razón. Nadie pasa dos veces por la misma calle. Algunos olvidan que lo mismo es otro: la misma calle, la misma gente, el mismo panorama siendo el mismo es otro. Así es como hay que verlo, creo yo, y, al propio tiempo, reconocerlo.

El clásico “taedium vitae” en sentido estricto, está en nuestro interior. “El que conoce el arte de vivir consigo mismo, ignora el aburrimiento”, decía Erasmo. Muchos de los problemas de la juventud tienen relación con él al provocar desviaciones de la conducta: drogadicción, ludopatía, etc. Otros dicen que el aburrimiento activo puede ser fuente de creatividad. Todo depende de si se trata de algo pasajero o de una modalidad existencial grave. Madame Bovary fue víctima mortal de este último tipo. “Sire --decía por entonces un consejero al rey--, la France s’ennuie” (“Majestad, Francia se aburre”).

El mundo, dicen, se divide entre lo interesante y lo aburrido. Siempre parece que las cosas suceden igual, pero son diferentes. Encontrar esa diferencia es la clave para desterrar el tedio de la vida. La motivación es un buen antídoto para el cambio. “Somos lo que hacemos --dice un proverbio--, sobre todo lo que hacemos para cambiar lo que somos”. ¿Se aburre, lector? H