La batuta que dirige la Sinfónica de Galicia lleva desde hace poco menos de una semana el nombre de un músico de la Vall d’Uixó: José Trigueros Segarra. A sus 38 años y, tras 16 como percusionista y una dilatada andadura interpretativa en destacadas orquestas de España y Suiza, este joven talento y sus dotes para la dirección le han valido para dar el salto de los timbales y los platillos al atril de los maestros. Trigueros se ha puesto de forma provisional al frente de la agrupación gallega y lo ha hecho para incorporar tres inéditos trabajos donde prima su sello personal y donde no faltan esas dosis del simbolismo musical que tanto caracteriza a sus trabajos. En el programa, el estreno mundial del Concierto para tuba y orquesta del compositor gallego Federico Mosquera, con Jesper B. Nielsen como solista, en una estética que recuerda a la música de la primera mitad del siglo XX, de Stravinsky o Bartók, entre una larga lista de nombres.

Además, aquel niño que a los siete años recorría las calles de la Vall d’Uixó se ha puesto al frente de la Sinfónica gallega para interpretar la Sinfonía número 2 de Henri Dutilleux, algo nuevo en este colectivo musical, que pone en escena el particular juego de imágenes sonoras que se da en una orquesta dual a modo de espejo, de ahí que este trabajo se conozca como La Doble. Y a esta composición, una tercera, que corresponde a un casi desconocido autor húngaro, Leo Weiner, con El príncipe Czongor y los duendes, que requiere del virtuosismo orquestal solo al alcance de los grandes.

El salto desde la banda local

Desde la banda local en su ciudad natal, aquel pequeño creció tanto como su capacidad y autoexigencia que le llevaron, casi sin darse cuenta, a convertir la música en su modo de vida tras formarse en la cercana capital del Turia y en las lejanas Amsterdam o Bruselas.

Valencia, Cataluña, Córdoba, Oviedo, Extremadura, Zurich, Euskadi… componen parte de esa andadura musical y profesional que se agolpa en una biografía que le llevará este año a dirigir la Orquesta Ciudad de Granada.

La adolescencia de Trigueros le incorporó a la música con la intensidad que le negó su propia ascendencia. Ninguno de sus padres se dedicaba a esta expresión artística, aunque sí tuvieron el acierto en su determinación para dotarle de la formación necesaria que acompañara a su talento innato. Hoy a Trigueros se le sitúa entre los jóvenes directores españoles con mayor proyección y con más capacidad para seducir al gran público, como viene logrando en cada una de sus interpretaciones, en las que muestra y demuestra su virtuosismo artístico. Trigueros, que se puso al frente de la Sinfónica en dos sesiones el 9 y el 10 de febrero, manifiesta sentirse especialmente atraído por la música creada en la primera mitad del pasado siglo, lo que refrenda que, en este estreno en el escenario musical gallego, haya elegido composiciones de este periodo.

El intérprete valldeuxense reconoce que llegó a la música de manera casual, pero su convicción le llevó a incorporarse con fuerza en un mundo donde la complejidad, el esfuerzo y las dosis de creatividad y talento son parte de la batuta vital que mueve los deseos y las inmensas ganas de mejorar en cada concierto.

Hoy quedan lejos sus primeras lecciones de dirección de la mano del maestro Bruno Aprea, de las lecciones y demostraciones de Patrick Davin en Bruselas, que forman parte de las pautas bien aprendidas de un percusionista metido a director y, cuando no, a profesor de música.

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