El verano llega a su fin, pero hay quien todavía se niega a dejar de tomar el sol. Esta forma de pensar obedece, en gran parte, al deseo social de cumplir con una parte del canon de belleza actual: estar bronceado. Y aunque todos hemos oído hablar de los efectos negativos de la exposición a los rayos solares o UVA, estar moreno es para algunas personas una prioridad que incluso pasa por encima de cuidar su propia salud y que puede llegar a desembocar en un trastorno obsesivo, la llamada tanorexia.

«Para un tanoréxico es horrible estar blanco y su compulsión consiste en hacer todo lo posible por broncearse a pesar de que la comunidad médica lo desaconseje. Nunca se ven lo suficientemente morenos y esta distorsión de la realidad les genera ansiedad, que reducen momentáneamente tomando el sol o dándose rayos UVA, pero que a la larga solo incrementa el temor por tener la piel clara», explica Antonio Cano, doctor en Psicología, quien equipara este comportamiento con el de un fumador de tabaco: «Saben que se exponen a un cáncer y aún así no cesan», dice. Otro factor preocupante es que a día de hoy no existen pacientes con este problema en las consultas de Psicología, porque «es raro que uno sea consciente de que lo tiene y reconozca que necesita ayuda», según el experto.

El triple de radiación

En el 2009, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró cancerígeno el bronceado artificial con rayos UVA, y en Australia y Brasil ya se ha prohibido. «El uso de cabinas de bronceado está altamente contraindicado, pues incrementa hasta siete veces la posibilidad de padecer melanoma, el cáncer de piel más mortal de todos», advierte José Luis Martínez-Amo, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), para quien el uso de estos métodos resultan altamente preocupantes: «Los rayos UVA son auténticos atracones de sol que nuestro cuerpo no está preparado para soportar». Pueden emitir hasta tres veces más radiación ultravioleta que el sol de mediodía.

En la provincia de Castellón, al igual que en otros lugares, está restringido el uso de rayos UVA para los menores de edad. Aunque es cierto que las lámparas de bronceado son más peligrosas que el propio sol, ponerse moreno en cualquier contexto está desaconsejado, a pesar de que usemos protección solar. «El moreno es la respuesta que da nuestro organismo ante una agresión», explica Martínez-Amo. Eso sí, mucho peor todavía es quemarnos: «El efecto más inmediato del abrasamiento por el sol es una lesión inicial, que se cura en días o semanas. Pero el daño permanece toda la vida», pone de manifiesto el doctor.

«La piel recuerda toda la radiación recibida desde la infancia y los efectos negativos pueden ir manifestándose a lo largo de la vida adulta», dice.

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