La religiosidad popular se mantiene en un buen nivel en la provincia castellonense; los meses de abril y mayo, especialmente, mueven algunas peregrinaciones, tales como Els pelegrins de les Useres o los de Catí a Castellfort, por citar dos ejemplos. Pero, además, hay un número considerable de rogativas, romerías y procesiones --un centenar, aproximadamente, a lo largo de todo el año--, para muchos desconocidas. Unas se han revitalizado, otras, a causa fundamental de la despoblación, han ido a menos y, en cambio, algunas, se han originado más recientemente, como es el caso de Alcora con su peregrinación a las ermitas.

Su esencial componente religioso no es óbice para que aparezcan peculiaridades lúdicas y festivas de manera que estos fenómenos se convierten, además, en una riqueza etnológica. El mismo itinerario transitado por los romeros o peregrinos con la habitual presencia de público es motivo de goce estético ofrecido por los paisajes y monumentos que durante el recorrido se presentan al espectador. Y el fervor que se transmite por las acciones rituales envuelve al espectador en un clima de intimidad. Con ello, además, los vínculos territoriales se comparten y la comunidad participante refuerza sus señas identificativas.

ES UNA LÁSTIMA que estos valores sean, muchas veces, desconocidos. Darlos a conocer constituye un deber ciudadano e institucional. Promoverlos conscientemente, no lo es menos.

*Profesor