¿Se imaginan, queridos lectores, que en la programación de Carnaval del Grao de Castellón, o de Vinaròs, o de Almassora, o de cualquier otra población de nuestra querida provincia, se incluyera un espectáculo de títeres en el que una bruja fuera violada de manera salvaje, que después abortara clavándose un cuchillo en el vientre y terminara ahorcando al juez que no la defendió? ¿Se imaginan ese horror, acompañado por música heavy a todo volumen, representado ante niños atónitos, padres estupefactos y abuelos cabreados? ¿Se imaginan además que uno de los títeres, simulando ser policía, colocara una bandera de apoyo a ETA sobre el cuerpo sin vida de otro títere al que acaba de apalear? Pues eso ocurrió el viernes, en Madrid, en un espectáculo contratado por el ayuntamiento de Manuela Carmena.

Me causa estupor la actitud de los podemitas de café, copa y puro cuando afirman, entre rechinar de dientes, que los periodistas que criticamos su desvergüenza cultural lo hacemos para ocultar las corruptelas del PPSOE. ¿Qué tendrá que ver la velocidad con el tocino?

Desde las columnas periodísticas como esta se critica todo aquello que es criticable. Como la política cultural de Podemos en el Ayuntamiento de Madrid, basada en el absurdo y la degradación de la convivencia. Que tomen medidas contra los titiriteros a posteriori no sirve de nada. El mal ya está hecho. ¿De verdad quieren hacernos creer que no conocían el espectáculo? ¡Venga, hombre! H