El domingo pasado, Susana Díaz y Pedro Sánchez lucieron sus mejores plumas como candidatos a la secretaría general del PSOE. Uno recibió el apoyo del gallinero y la otra, el de los gallos del corral. Ambos presentaron sendos relatos triunfadores. El 100% PSOE de Díaz apela a las esencias y envía a la estratosfera a los disidentes. Y el astronauta Sánchez se viste de outsider Robin Hood y se erige en la voz de los militantes.

Dos relatos potentes al servicio de dos políticos no tan poderosos. Ella, la presidenta que gobierna con Ciudadanos, que pierde prendas en cada elección, que tan bien explota el nacionalismo andaluz, pero que tan poco entiende una España plural y que carga a sus espaldas la gestora de la vergüenza. Él, el hombre del digo y desdigo. El líder que ha hecho despertar en los militantes el orgullo socialista, pero que fue incapaz de tender puentes entre las familias del PSOE. El político de las siete vidas, superviviente de una traición que él, de algún modo, también forzó.

Difícilmente el triunfo de uno u otro representará la victoria de todos. ¿Y Patxi López? No tiene relato ganador. Su figura es difusa. Sus intenciones y capacidades, también. Difícilmente mejoraría los resultados electorales, pero si los tiempos del partido no estuvieran supeditados a las necesidades de sus miembros (sus cargos, sus listas, sus sueldos), López tendría alguna posibilidad. Al menos, no quemaría la tierra para el líder del futuro.

*Periodista