Los modelos de democracia representativa como la española se sustentan en tres valores básicos: la libertad, la igualdad y la justicia. Estos valores que se apoyan sobre la base de tres principios que actúan como supuestos fundamentales y dotan de operatividad y dinamismo al sistema democrático: la legitimidad, el consenso y la representación.

La libertad, la facultad de todo individuo para obrar en un sentido u otro, es posiblemente, el valor más reconocido por cuanto ofrece la posibilidad de seleccionar entre diferentes alternativas y optar por aquella que mejor se adecúa a las expectativas de realización individual.

Sin embargo, pensar en la actualidad en libertad en su sentido más puro es, ciertamente, de una ingenuidad muy apartada de la realidad pues la capacidad de decisión de los ciudadanos se encuentra absolutamente mermada como consecuencia de la intensa actividad manipuladora que incide de manera diaria en la conciencia colectiva, cercenando la capacidad individual de libre raciocinio.

Ciertamente creo que todos somos conscientes de esta injerencia y, de alguna forma, admitimos esta «libertad manipulada» porque genera un espejismo muy cercano a la libertad real que nos permite convivir confortablemente en una sociedad construida para ello.

Sin embargo, somos o deberíamos ser intransigentes con aquellas muestras de totalitarismo democrático que cercenan de raíz la libertad del individuo en aras de una finalidad difícilmente justificable y que únicamente generan discriminación, desigualdades e injusticia. H

*Director del CEEI