El pasado martes pudimos leer en este mismo periódico que los actos vandálicos que se producen en la capital de la Plana le cuestan a las arcas municipales 250.000 euros al año. ¡Qué barbaridad! ¿Saben, queridos lectores, a cuántas familias se podría ayudar a vivir un poco mejor con ese dinero? ¿Saben a cuántos castellonenses podríamos pagar un sueldo para que realizaran tareas sociales? ¿A cuántos refugiados podríamos acoger? ¿A cuántos…? Que en pleno siglo XXI haya desalmados que se dediquen a destrozar el mobiliario urbano, hacer pintadas, quemar papeleras y demás es para que nos lo hagamos mirar. Que un ayuntamiento modesto como el de Castellón tenga que destinar 250.000 eurazos de los presupuestos públicos a arreglar lo que los vándalos rompen, pintarrajean, queman o roban es una barbaridad.

Por eso quiero aprovechar estas líneas para enviar un mensaje de ánimo a Rafa Simó, concejal del ramo, para que siga actuando como lo hace. Para que no pierda las ganas de trabajar por y para que Castellón, pese a lo que esos animales hacen día sí y día también, se vea bonito. Limpio. Saludable. Simó debe continuar trabajando como lo hace, pues lo curioso del caso es que la ciudad no parece, a simple vista, sufrir tanto vandalismo. Y eso es gracias a su trabajo y al de las brigadas y empresas contratistas que están al pie del cañón cada día.

*Escritor