Levantarse por la mañana en un día festivo como otro cualquiera, en Ayódar, planificando una caminata por la montaña o una comida familiar, y descubrir que eres uno de los 10 finalistas del premio Planeta no debe de ser un desayuno fácil de digerir. Con la incertidumbre que genera no haber recibido ninguna confirmación oficial, el escritor de Vila-real Luis Aleixandre trataba ayer de procesar una noticia que cualquier autor novel reconocería como un éxito.

La buena nueva le llegó de la mano de una compañera, la escritora Rosario Raro --autora de la editorial Planeta--, que lo felicitaba a través de las redes sociales. La incredulidad fue manifiesta. «Me quedé sin respiración», asegura. No es para menos. Porque el suyo ha sido seleccionado como uno de las 10 mejores manuscritos entre los más de 500 que se presentaron al certamen.

Dios no baja a los infiernos llegó a estar entre los candidatos por la aspiración de su autor de «poder contarle algún día a mi hija que su padre se presentó una vez al Planeta». ¡Quién le iba a decir que de lo que podría sentirse orgullosa sería de que fue finalista! Y bien mirado, a estas alturas, tiene las mismas posibilidades que cualquiera de los otros escogidos de alcanzar ese reconocimiento que lo cambia todo de forma radical. El hecho de estar entre los mejores ya tiene ese efecto.

EN VILA-REAL / Y de su mano, los miembros del jurado deberán decidir si una novela entre negra y policiaca que transcurre entre Vila-real y València merece recibir un distintivo que garantiza un lugar privilegiado en las estanterías de todas las librerías del país, con su protagonista, el inspector Tárrega --en un claro homenaje al compositor vila-realense-- al frente. Porque Aleixandre es de esa hornada de escritores de la provincia de Castellón que están convencidos de que el territorio que habitan, el que pisan a diario, es un escenario tan idóneo como podría serlo cualquier otro para desarrollar tramas trepidantes, inquietantes, críticas...

Esta es su cuarta novela. Con la única inquietud de escribir y ser leído, en el 2016 autoeditó la publicación de 20 días desenfocado y no tardó en contar con el apoyo de la editorial de Castelló Unaria, dirigida por Amelia Díaz Benlliure, junto a la cual vieron la luz Letras Cautivas --de la colección Castelló Negre-- y Días de fútbol, un cuento con el Villarreal C.F como hilo conductor. En febrero, concretó la publicación de Mil ramos de flores no son suficientes, con la misma editorial, pero en medio de la vorágine de emociones que lo abordaron de ayer solo pudo decir que «no sé qué pasará ahora, igual se aplaza».

Paradójicamente, con Dios no baja a los infiernos su autor podría tocar la gloria. Hoy, ya la roza con la punta de los dedos. Porque asume que, pase lo que pase la próxima semana, su selección marca un punto de inflexión. Quién sabe si a partir de ahora, el escritor que buscaba editorial tendrá que empezar a escoger con cuál quiere publicar.

mediterraneo@elperiodico.com