Pocos días antes de decretar el estado de alarma, el alcalde de Alfondeguilla, Salva Ventura, recibió la noticia de que el médico titular del pueblo estaba de baja por enfermedad. Sin una confirmación oficial, no tardaron en saber que había contraído el covid-19 y cundió el pánico. Hasta el último día estuvo atendiendo «sobre todo a los más mayores, que en estos pueblos a veces solo lo visitan por dar conversación».

Esta dura realidad llevó al Ayuntamiento a acelerar y extremar la toma de medidas de protección, lo que posiblemente está detrás de que una situación en principio alarmante quedara en un hecho anecdótico. Solo han tenido confirmación de dos casos más, a los que entre todos cuidaron para que su total aislamiento fuera lo menos duro posible.

Se adelantaron a la hora de contratar a una empresa de desinfección con ozono y mantienen la limpieza periódica del municipio con el trabajo de dos empleados municipales y la colaboración de los bomberos, que les visitan una vez a la semana.

Los más vulnerables, tanto por edad como por falta de recursos como consecuencia de la crisis, son la razón que mueve a Fina Rovira, concejala y valiente, dado que forma parte de los grupos de riesgo y, aun así, no ha dudado estar a pie de calle para atender a quienes más lo necesitan en un tiempo muy incierto.

«Personas que ya no acudían al banco de alimentos porque habían encauzado sus vidas, están volviendo», lamenta Fina, algo que quiebra el corazón de cualquiera.

Por eso las llamadas a las familias son permanentes y por eso el teléfono al que puede acudir cualquiera cuando tiene una emergencia o una necesidad acuciante es el de Fina o el alcalde. «Estos días lo soy más que nunca, porque saben que pueden llamarme a cualquier hora», asegura.

Entre quienes están deseando que Alfondeguilla recupere la normalidad, aunque con el escepticismo de que «ya nada será como antes», está Tere, propietaria del local más emblemático del pueblo, Las Cholinas. Ya se preparó para la reapertura en los días previos al 11 de mayo. El mazazo de no pasar a la fase 1 solo le ha generado incertidumbre, pero sin ella y sus hamburguesas, Alfondeguilla no volvería a ser la misma.

Encerrados en su casa están pasando el confinamiento personas como Mercedes y su marido José. Ella, resignada, convive con su escasa movilidad que no le permite disfrutar de la libertad horaria como le gustaría. Vive a su familia de lejos, aunque con ánimo, mientras su marido echa de menos el paseo hasta el bar para pasar un rato con sus amigos. Con suerte, el lunes será el día.