Cuando todavía uno podía pensar que eso del coronavirus era un problema lejano, Carmen Esbrí, vecina de la Vall d’Uixó, viajó hasta Asturias para compartir las últimas semanas del embarazo de su hija saharaui, Azza. Fue el 9 de marzo. El bebé nació el día 11 y su previsión inicial era volver a casa el 30, pero nada más lejos de la realidad. Hoy por hoy aún no sabe cuándo podrá emprender el regreso.

Su historia es la de tantos aislados por el covid-19 y la limitación de la movilidad que ha impuesto. A diferencia de los más mediáticos --los atrapados en el extranjero--, a ella el estado de alarma la ha pillado en territorio nacional, pero el problema es similar: vuelos cancelados y pocas opciones de encontrar alternativas, también en autobús o en tren.

Con los inconvenientes de estar lejos de su casa, Carmen asegura que «aquí estoy bien», porque está en familia. Azza llegó a su vida en el 2000 con el proyecto Vacances en Pau, del que se benefician los menores saharauis que viven en los campamentos de refugiados y, cuando se hizo mayor, desde el año 2007, la acogió para que completara sus estudios en Escola en Pau, de Secundaria y universitarios. Y como haría cualquier otra abuela, no dudó en viajar para acompañarla con los preparativos prenatales y asistirla los primeros días tras el parto, aunque nada le hizo sospechar que este viaje tendría un final tan incierto como inesperado.

Su vida en Asturias es bastante parecida a la que tendría en la Vall, con la salvedad de que allí puede cuidar de sus nietos, al vivir en la misma casa. «No me dejan salir mucho, porque ya tengo una edad (ríe) y tengo un poco de asma». Aún así, sale a hacer la compra o a la farmacia «una vez a la semana» y el resto del tiempo lo ocupa con los quehaceres propios de una vida con niños.

Marido e hija sanitarios

En casa le espera su marido. Él trabaja en el Hospital General de Castellón como supervisor general de enfermería. Su hija también es sanitaria. Su preocupación es moderada, porque el contacto con ambos es permanente y sabe que el riesgo al que están sometidos no es el mismo de quienes trabajan directamente con enfermos covid, lo que no resta cierta inquietud.

Curiosamente, la relación que mantiene con sus nietos carnales ahora es la misma que tendría de estar en la Vall, porque, al no vivir juntos, debería conformarse con las conexiones vía teléfono que ahora son periódicas, al igual que con el resto de familia y amistades.

Carmen es una mujer positiva y aunque tiene ganas de volver, asume su situación. Han llegado a plantearse que su marido pudiera ir a buscarla en coche, pero «no sabemos si le darían autorización». Está resignada a que hasta el 11 de mayo no pueda cambie su tesitura.