La famosa brecha digital, estos días tan presente en nuestro día a día confinado, se ha convertido en un despropósito e insensatez en relación a la vulneración de los derechos de la infancia y las familias que viven en riesgo de exclusión social o pobreza, familias que simplemente no gozan de equipos y conectividad a la red o que tienen dificultades en relación a las competencias digitales y la alfabetización.

Cuando hablamos de brecha digital nos referimos a la posibilidad o no de acceso a la comunicación e información. Desde Save the Children trabajamos centrados en tres aspectos básicos y elementales.

En primer lugar, trabajamos por frenar la desigualdad en el acceso a las tecnologías, es decir en la falta o deterioro de los dispositivos y en la conectividad a la red wifi e Internet. En segundo lugar, apoyamos a las familias en el buen uso de esas tecnologías, y como estas pueden convertirse en recursos y herramientas educativas para la infancia y la adolescencia o, por el contrario, transformarse en instrumentos nocivos para los más pequeños. Y en tercer lugar, trabajamos en amortiguar el impacto que produce el uso de estos medios en los niños, niñas y sus familias, cuando se cruza la línea entre el uso y el abuso, pudiendo provocar graves problemas en la salud y en el bienestar emocional, y perjudicar las relaciones intrafamiliares y sociales.

Nos encontramos con múltiples escenarios que en ninguno de los casos son espacios de protección para la infancia ya sea por su uso negligente, por la falta o dificultad en su utilización, por el exceso en las horas de conectividad o por la inercia en la conexión a internet o las redes sociales como pasatiempo.

El acceso a la información es un derecho. Ser escuchado es un derecho. La no discriminación es un derecho. La protección es un derecho. La educación es un derecho. La existente brecha digital nos indica entonces que estos derechos no se respetan para muchos niños y niñas. Además, hay que añadir que con la crisis actual las desigualdades que ya existían han aumentado todavía más en relación a las situaciones sociales y económicas de las familias.

Es esencial que promovamos acciones que beneficien y reduzcan los posibles factores de exclusión digital para garantizarla inclusión y la equidad educativa de la infancia y la adolescencia. Para ello es también fundamental favorecer actividades que permitan reducir la brecha digital de género que sufren niñas y mujeres. Es necesario abastecer de equipos tecnológicos e informáticos a las familias en situación de pobreza que lo requieran, y dotar del mismo modo de conexiones a Internet, espacios virtuales y plataformas educativas.

Pero disponer de esta tecnología no implica ni garantiza que se aprovechen los recursos educativos y lúdicos que posibilita ni un correcto uso de los dispositivos. Por ello es imprescindible poner a disposición de las familias guías, tutoriales y acompañamiento en la sensibilización del uso, y las limitaciones necesarias para que el entorno digital y las redes supongan espacios seguros para la infancia, lejos de la violencia viral. Es necesario visibilizar la realidad que supone la violencia viral, que en muchos casos se traslada al mundo físico, porque niñas y niños que son víctimas en el mundo virtual son, o pueden ser, víctimas en el mundo real y viceversa.

Es irrevocable la exposición a contenidos digitales y redes sociales en nuestra sociedad, pero las familias y la propia infancia deben estar informados y conocer que lamentablemente existen formas de violencia online, que pueden afectar el desarrollo social y cognitivo de la infancia y adolescencia y que derivan especialmente del uso que hacen de internet para relacionarse. Algunas de estas formas nocivas son el sexting, el online grooming o el ciberbullying.

Desde Save the Children defendemos la necesidad de una educación basada en el diálogo y no en el control por el control, sino donde el respeto y el apoyo mutuo se consolidan como herramientas de aprendizaje en las diferentes facetas del desarrollo. No hay fórmulas magistrales y cada familia debe encontrar sus propias fortalezas y debilidades para equilibrar y gestionar el uso protector y seguro de los dispositivos. Pero se evidencia la necesidad de informar de los riesgos de Internet, con un vocabulario cercano y comprensible para las familias, fuera de barreras lingüísticas y culturales, con palabras amigables y seductoras para los jóvenes y las niñas y niños.

Las familias son el mayor agente preventivo y tienen la responsabilidad de informar a sus hijos e hijas de los riesgos que pueden correr, enseñándoles y acompañándoles en ese deseado uso prudente y moderado, favoreciendo la comunicación familiar, promocionando la participación infantil y acordando límites y normas del hogar de forma conjunta.

Son los factores de protección familiar como el amor, la autoestima, las habilidades sociales, la gestión de la frustración, la resolución de conflictos y los valores los que permitirán que el uso de las tecnologías se realice con una mirada preventiva y protectora, donde se permita el acceso al conocimiento, se promuevan procesos de aprendizaje significativos, se favorezcan las relaciones sociales, y se posibilite los espacios lúdicos y responsables. Y todo esto, con el fin de ayudar a dejar de lado las posibles adicciones digitales, los usos problemáticos de la tecnología y las conductas de riesgo en los espacios virtuales.