Por los horarios que nunca se acaban, los contratos temporales y los salarios humildes, la profesión de camarero siempre ha sido un oficio poco agradecido, una impresión que crece en estos tiempos de pandemia. De entrada, por el cierre de cientos de negocios a que obligó el estado de alarma para evitar la propagación del coronavirus; luego, por una desescalada que no recuperó todo el empleo paralizado y, ahora, por los rebrotes que crecen al parecer de forma imparable y amenazan con una nueva situación de emergencia en los próximos meses.

Es como si la crisis se hubiera resumido con la situación de este colectivo laboral, sorprendentemente el más abundante en la Comunitat valenciana.

Bares, restaurantes, discotecas, pubs, salones de eventos, lugares todos ellos abocados al contacto social, están siendo, junto al comercio, las actividades más golpeadas por la crisis del coronavirus. Cuando creían que empezaban a levantar cabeza, tras meses de absoluta paralización, con la vuelta a la denominada nueva normalidad, el covid-19 ha vuelto a desbocarse y las primeras medidas que están tomando las autoridades han ido en la línea de poner trabas al funcionamiento de estos negocios, considerados como uno de los puntos críticos en la transmisión del virus. El ocio nocturno está clausurado durante 21 días y los bares y restaurantes deben cerrar a la una de la madrugada, sin aceptar a nuevos clientes más allá de las doce. Si algunos pequeños empresarios veían agosto con esperanza para recuperar la caja, la segunda ola de contagios ha animado a cerrar por vacaciones.

La prórroga de los ERTE acordada en junio contemplaba los llamados expedientes de rebrote, destinados prioritariamente a las actividades mencionadas, ante la eventualidad de que fueran víctimas de nuevas medidas para contener la pandemia, como así ha sucedido. Y los efectos se han notado con rapidez.

En las casi dos semanas transcurridas desde que la Generalitat publicó en el Diari Oficial sus nuevas decisiones, 15 empresas de la Comunitat se han acogido a este tipo de ERTE, según datos de la Dirección General de Trabajo. Se trata de firmas del ocio nocturno. Dos son de Castellón, seis de Valencia y siete de Alicante.

No es un panorama nada esperanzador para el mercado de trabajo. La crisis de consumo, las medidas restrictivas y los rebrotes castigan directamente a los oficios que ocupan las posiciones más elevadas del ránking. Aunque es una foto que disgusta a los responsables públicos, lo bien cierto es que la caricatura del país de camareros tiene una base sólida.

En concreto, durante el año 2019 el oficio de camarero fue el que más contrataciones iniciales motivó en la Comunitat. Con mucha diferencia. Buena muestra también del elevado índice de temporalidad y rotación que se vive tras muchas barras. Así, a nivel autonómico la hostelería sumó 404.456 contrataciones, el 20,2% de las 1.995.854 que se iniciaron durante todo el año, en línea con el año anterior (-0,49%).

En la provincia de Castellón, el peso de este trabajo sobre el conjunto se dispara al 18%; lo que supone que casi dos de cada diez contratos de trabajos proceden del sector de la hostelería. Números que resaltan la trascendencia de un estado de alarma en esta actividad, llevando a miles de trabajadores a una situación muy delicada. De hecho, uno de los grandes miedos de los trabajadores reside en el fin de la campaña de verano y la inminente vuelta al cole y el coste económico que conlleva.

Un futuro incierto

El material escolar, comedor, extraescolares... suponen un esfuerzo extra para las familias, que se ven con serios problemas para llegar a fin de mes. Además, la incertidumbre que rodea al curso del coronavirus lo dificulta todo más: adquisición de mascarillas, gel hidroalcohólico y demás productos recomendados por las autoridades sanitarias para garantizar la salud de los niños. Además, ese gasto puede ir acompañado de una reducción de los ingresos si la situación sanitaria empeora en los próximos meses y el Gobierno decreta el estado de alarma. Para Paqui Mora, camarera en el Giuliani’s Ocean Spirit del Grau de Castelló, ese sería el «peor escenario posible». Y explica: «Soy madre y tengo miedo a que pueda contagiarme y pegárselo a mi hijo. Ojalá la situación mejore y no nos vuelvan a confinar», apostilla.