La economía de Castellón afronta un regreso gradual a la actividad tras ocho semanas de cierre total en sectores como el comercio no esencial, el turismo o la hostelería. Una medida inevitable ante el crecimiento de infectados por el coronavirus, pero que dejará una factura considerable en forma de dificultades para los trabajadores, las empresas y la deuda de las administraciones.

Los expertos consultados por Mediterráneo coinciden en señalar que el proceso de desescalada permitirá arrancar el ritmo, aunque el camino para volver a la situación de comienzos de marzo será más largo que el confinamiento. Especialmente si se tienen en cuenta los más de 40.000 empleados afectados por un ERTE y las 7.179 personas que han entrado en las listas del paro en los dos peores meses de la historia laboral en la provincia.

El decano del Colegio de Economistas de Castellón, Jaime Querol, menciona que la vuelta de la hostelería «no podrá atender todo el volumen de trabajo de otras temporadas», por las limitaciones de los negocios, el cierre de aquellos que no han podido resistir la falta de ingresos en este tiempo y la disminución de visitantes a los destinos vacacionales. «Esperamos que después de un 2020 perdido, el año que viene tenga una curva ascendente, aunque la recuperación plena no la veremos hasta el 2022».

DEMANDA VINCULADA / Una tesis parecida es la que mantiene el profesor de la UJI Vicente Budí. El investigador del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local alude al «parón brutal» del turismo, lo que diferencia esta recesión de las vividas en décadas anteriores. «No solo se ha detenido la misma producción en estos negocios, sino la demanda de muchas materias relacionadas». Con el añadido de que la pérdida de ingresos en Semana Santa o el puente de mayo «ya es prácticamente irrecuperable; en cambio hay otros sectores que aplazan una decisión de compra que, más tarde de lo previsto, los consumidores acabarán haciendo».

La también profesora de la universidad de Castellón Rosa Artola destaca que el epicentro de la anterior crisis fue la construcción, «y ahora es el turismo, afectado además por un factor sanitario que está fuera del control de los mecanismos de la economía». Aún así, comenta la importancia de las medidas públicas de ayuda «y el trabajo de comunicación, aunque sin duda hablamos de una temporada muy anormal».

DEPENDENCIAS / El director gerente de la Cámara de Comercio, Javier Valls, opina que habrá «muchas dificultades para que el turismo funcione al mismo nivel, a pesar de que tenemos menos dependencia del cliente extranjero». Y recuerda «los condicionantes de seguridad sanitaria», ya que no se podrá recuperar la capacidad de aforo hasta que no haya tratamientos efectivos o vacunas. Algo que va más allá del contexto económico. «Si después del verano hay un nuevo repunte de casos sin tener una medicación, entraríamos en un escenario negro», añade, generando la temida crisis en forma de W, y que alargaría aún más la salida.

Para Jaime Querol, «esta situación es como si un motor se hubiera quedado sin combustible de repente», de modo que el dinero no circula entre los sectores. Si el turismo se hunde de forma prolongada, «su efecto se notará en el consumo y la estabilidad general», apostilla Valls, sin dejar de estar pendientes en la pandemia en los otros países.