Las garras del coronavirus se acercan sin pausa a América Latina y crece el miedo al desbordamiento de los sistemas públicos de salud. La región ha empezado a paralizarse para evitar la propagación del contagio. Al mismo tiempo, comienzan a ser palpables los primeros síntomas de la 'coronacrisis'. El covid-19 amenaza con socavar una economía que ya mostraba signos inquietantes. La caída del PIB regional puede superar el 2%, según las primeras estimaciones. El golpe puede ser mayor si se demora la recuperación de China, el segundo socio comercial de Latinoamérica. En el 2018 el flujo comercial fue de 306.000 millones de dólares (278.000 millones de euros). Hacia China va el 28,1% del total de las exportaciones brasileñas, el 32,4% de las chilenas y el 10,5% de las argentinas.

Las calles de las grandes ciudades muestran el lado más tangible de la 'coronacrisis'. Buenos Aires se ha vaciado. Caracas es un lugar fantasmal. Apenas abren las farmacias y los mercados. Los militares se han desplegado para 'sugerir' a los habitantes que han de respetar la cuarentena. Los vendedores de cigarrillos en las esquinas, los profesores por cuenta propiay albañiles ocasionales lo aceptan resignados y temerosos: no saben cómo enfrentarán los nuevos rigores en una Venezuela con 13 millones de trabajadores informales. El presidente del país, Nicolás Maduro, ha pedido sin éxito al Fondo Monetario Internacional (FMI) 5.000 millones de dólares para hacer frente a ese desastre que se agrega al colapso y la devastación preexistentes. Y como no tiene dólares ha decidido compensar a los desamparados con un bono que llamó "coronavirus".

Los restaurantes y bares de Brasil dan trabajo a seis millones de personas. En los próximos días, la mitad de ellos perderán sus empleos. Las playas de Río de Janeiro se cerrarán. Los vendedores ambulantes deben regresar a sus casas. "Hasta que vuelvan los extranjeros", han advertido las autoridades. La cancelación de todos los vuelos procedentes de Europa, Estados Unidos y Asia ha asestado un golpe letal a la industria turística, que en el 2018 generó 97.000 millones de dólares. Los guías de Cuzco, los vigilantes de las playas de Cancún, los bailarines de tango en Buenos Aires, sienten que se han quedado en el aire.

DISTINTA INTENSIDAD

Los nombres de las ciudades son intercambiables. Lo que ocurre en Lima sucede también en Asunción o Quito. Según el Banco Mundial, seis de cada 10 latinoamericanos forman parte del mercado informal que genera un tercio del PIB de la región. Se trata, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de 130 millones de personas afectadas con distinta intensidad por los coletazos de la pandemia. En Chile, el sector informal representa el 16% de su economía, pero en Bolivia y México alcanza al 56%. En Argentina supera el 40%.

"¿Cómo le decimos al trabajador subcontratado, al autoempleado, a la migrante sin contrato, que se aísle, que no trabaje, que se quede en casa si en su casa se come literalmente de lo que se gana?", se pregunta el portal chileno 'El Mostrador'. Los vendedores de ropa de Bogotá se sienten desamparados. "Estamos asumiendo millonarias pérdidas. Esperamos la solidaridad del sistema bancario", dijo Angélica Leguizamón, portavoz de los comerciantes y miembro de la Cámara Colombiana de Confecciones.

AUMENTAR EL GASTO PÚBLICO

El Gobierno de ultraderecha brasileño se prepara para decretar el estado de calamidad pública. La medida permitirá al Ejecutivo aumentar el gasto público, prohibido por el credo neoliberal, para mejorar el sistema sanitario y atender a parte de los perdedores de la 'coronacrisis'. También autorizará que las empresas rebajen temporalmente salarios.

El presidente argentino, Alberto Fernández, ha puesto en marcha un plan de choque que busca la contención de los más pobres y la reactivación económica a través de la obra pública. También aspira a controlar precios, desquiciados por la especulación, asistir a las empresas golpeadas y alentar la producción de bienes y equipamientos médicos. Hasta el FMI ha renunciado temporalmente al celo contable e insta a los países a gastar dinero, ayudar a los autónomos y velar por que las empresas no quiebren y puedan pagar salarios. La pandemia provoca conversiones inesperadas de neoliberales en defensores del Estado.