Con cinco hoteles, varias empresas de turismo activo y una actividad comercial y de servicios que depende de los visitantes, el sentimiento que impera en Montanejos es la «intranquilidad». Porque como incide su alcalde, Miguel Sandalinas, «no tenemos ni agricultura ni ganadería, la única industria viable es el turismo». Y es que «es la primera crisis que toca de forma radical a nuestro motor», de manera que «me preocupa menos pasar a la fase 1, que se eternice el paso a la fase 3».

A Sandalinas le inquieta «el mañana, en especial el empleo, porque tenemos menos medios para acometer medidas que palíen la situación». Y con todo, han dedicado fondos reservados a otras necesidades municipales para adquirir materiales de protección que han distribuido entre todos los vecinos y se ha hecho un esfuerzo logístico adicional para garantizar el bienestar de cuantos residen en la población.

De esfuerzos adicionales también saben dos trabajadores municipales, Eduard, el único policía local y Javier, el alguacil. Ambos son una pieza fundamental para dar respuesta a las necesidades colectivas porque, como señala el agente «al final, estas circunstancias exigen de un compromiso extra», aunque asegura que los vecinos «han tenido muy buen comportamiento».

En cuanto a Javier, a sus tareas habituales, que no han cesado, ha sumado hacer la compra o llevar medicamentos a las personas más vulnerables. Muchas de las cuales no han salido de casa en todo este tiempo. Hasta que con la fase 0 se liberalizó la movilidad, y «se ha notado».

Quienes han sufrido y mucho esta transformación de Montanejos han sido Rafa --al frente de una empresa de turismo de aventura-- y Vicenta, propietaria de la farmacia. El primero, estos días estaría coordinando grupos de escolares y en breve comenzaría recibir a turistas ansiosos de experiencia, «trabajamos ahora para mantenernos en invierno», lo que genera una incertidumbre que, en su caso, le está llevando a «reinventarnos, no hay otra».

La farmacia de Vicenta está pensada para todas esas personas que empiezan a visitarles «en Fallas y no paran de venir hasta octubre». Reconoce que a estas alturas los vecinos «ha pasado de tener miedo a estar un poco hartos», pero remarca que «todos están siendo muy responsables».