Dentro de toda la negatividad que transmite este periodo de confinamiento obligado por la pandemia del coronavirus de vez en cuando se entrometen imágenes para poder esbozar alguna que otra sonrisa o soltar alguna lágrima de emoción. Entre las historias de contagios, hospitalizaciones y, en el peor de los casos, familias destrozadas por la muerte de algún ser querido, con el agravante de ni siquiera poder acompañarle en sus últimos momentos ni despedirle de la forma deseada, aparecen algunos brotes verdes, historias de gente anónima que se resiste a que la enfermedad, este maldito virus, rompa momentos especiales.

Este domingo hacía 50 años que Mari Carmen y Manuel contrajeron matrimonio. Fue en su Palma del Río natal, en la provincia de Córdoba. Mari Carmen apenas era una adolescente de 15 años; Manuel un mocetón de 24 nacido en aquellos complicadísimos años de la posguerra cuyo fantasma aparece de nuevo en pleno siglo XXI en forma de virus maligno.

Desde ese rincón de Andalucía, la pareja cargó con sus maletas y con las dos primeras hijas nacidas del matrimonio, Mar y Manoli, hacia Castelló, la ciudad que les acoge desde hace unos 45 años. Aquí se establecieron, en el grupo San Agustín, donde el propio Manuel "construyó la casa en la que actualmente vive, con sus propias manos", recalca la primogénita Mar, otra de las protagonistas principales de esta bonita historia. Después vino David, el tercer y último hijo.

LOS DÍAS DIFÍCILES

Y transcurrió la vida de Mari Carmen y Manuel. Con sus alegrías y sus tristezas, también con sus pequeñas --o grandes-- zancadillas. Al poco de jubilarse, los problemas de salud empezaron a afectar a Manuel. El año pasado --ahora tiene 75-- tuvo que ser hospitalizado por problemas de corazón. Los bronquios también han dado algún que otro susto a Manuel, un paciente de riesgo en toda regla en esta crisis del coronavirus. "Mi madre no le deja ni asomarse a la puerta; es ella la que sale de casa a hacer alguna compra, ir a la farmacia...", explica Mar. Para colmo de desgracias, Manuel perdió a un hermano hace dos semanas, en Córdoba, por una neumonía. Ni él ni ninguno de los familiares directos pudieron darle el último adiós.

Y todo ello a las puertas de unas Bodas de Oro y la gran ilusión de la pareja por celebrar a lo grande un día tan señalado al lado de sus hijos, sus yernos y sus nietos. "No podíamos quedarnos de brazos cruzados", recalca Mar, que como su hermana Manoli reside en Almassora, a unos pocos kilómetros de sus padres, pero los suficientes para llevar ya más de un mes sin poder visitarles ni abrazarles. Así que los tres hermanos, Mar, Manoli y David, se pusieron en contacto para organizar un pequeño homenaje, un gesto para que una fecha tan señalada no cayera en saco roto.

Con la complicidad de viejos amigos y vecinos del grupo San Agustín se fue gestando el precioso recuerdo que Mari Carmen y Manuel ya guardarán de por vida. Este domingo, de improviso, llamaron a la puerta. La pareja de enamorados se encontró de pronto con una pancarta felicitándoles por su medio siglo de matrimonio, una tarta para endulzar el momento y una tarjeta con los buenos deseos de sus seres queridos. Y aplausos, muchos aplausos en los balcones de un vecindario que se sumó al festejo, cómplice de una muestra de un incondicional amor filial en estos tiempos de incertidumbre.

No amigos, el coronavirus no puede con todo. Hay amores, como el de Mari Carmen y Manuel, indestructibles, en la salud y en la enfermedad. Hasta que la muerte les separe. Felicidades.