En estos extraños días de pandemia, los científicos repiten una y otra vez la misma frase jocosa. Un virus no es más que un conjunto de malas noticias envueltas en proteínas. El SARS-CoV-2, el patógeno emergente que ha puesto el mundo patas arriba, de hecho no es más que una bola de material genético (ARN) envuelto en proteína y grasa. ¿Sencillo, verdad? Pues el camino para que, en un futuro, este virus no cause más daños es lograr una vacuna segura y eficaz que permita crear una inmunidad de grupo frente a la covid-19, la enfermedad desencadenada por este patógeno. En la actual carrera por la vacuna, cientos de investigaciones en curso exploran cuatro caminos para deshacerse del virus y, a su vez, se enfrentan a decenas de obstáculos. Su historia va así.

Una vacuna no es más que un compuesto que engaña al cuerpo para hacerle creer que ha sido infectado por un patógeno. Para ello, se utiliza como señuelo partes de estos mismos microorganismos para que el cuerpo empiece a luchar contra la infección. El sistema inmunitario, entonces, reacciona generando unas proteínas conocidas como anticuerpos que identifican y destruyen el patógeno invasor. El objetivo de esta estrategia es crear un plan de ataque para que, si en un futuro se contrae la infección, el cuerpo sepa cómo reaccionar.

Pero, por sencillo que parezca, el desarrollo de una vacuna no es fácil. De hecho, se estima que estos compuestos demoran de media unos diez años en salir a la luz, aunque ahora se promete acortar este periodo a tan solo 18 meses. El reto científico consiste en lograr una inmunización eficaz y segura. El reto logístico, en conseguir un preparado que pueda producirse, repartirse y suministrarse a gran escala. Según uno de los últimos informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente hay unos diez ensayos clínicos de vacuna que ya se están testando en humanos (en fase clínica 1 y 2) y 123 más que siguen estudiándose en laboratorio. Por ahora, imposible saber cuál de ellas logrará su cometido ya que, como explicaba el investigador Alfonso Valencia al principio de esta pandemia, como en las misiones espaciales, sabemos cuántos proyectos hay en marcha, cuándo despegarán pero no si tendrán éxito.

Estas son, a grandes rasgos, las cuatro estrategias que se están estudiando para lograr una vacuna contra la covid-19. La 'vacuna clásica' (en la que se inserta una versión inactiva o debilitada del virus), la vacuna genética (en la que se utilizan fragmentos genéticos para desencadenar una respuesta inmune), la vacuna viva (en la que se introducen fragmentos de coronavirus a otro virus) o vacuna basada en proteínas (en la que tan solo se utilizan unos fragmentos del patógeno).

VACUNA CLÁSICA

Esta es la receta tradicional que, hasta ahora, ha demostrado mejor eficacia. Se logra insertando una versión inactiva o debilitada del virus (mediante la cual no se puede desarrollar la enfermedad) para que el sistema inmunitario lo detecte y genere defensas. La mayoría de vacunas que existen en la actualidad usan versiones debilitadas del patógeno, lo cual ha demostrado un grado de protección fuerte y duradero. Las inmunizaciones logradas a partir de versiones inactivas, en cambio, se ha observado que la respuesta no es tan fuerte ni tan duradero, por lo que a veces se necesitan dosis de refuerzo.

Este enfoque lleva utilizándose prácticamente desde las primeras vacunas, que datan entre finales del XIX y principios del XX. Se trata de una técnica muy probada y que, hasta ahora, ha dado muy buenos resultados. El principal problema que tienen este tipo de compuestos es que son lentos de producir, ya que hay que hacer cultivos masivos de virus.

-Principales desarrolladores:

Sinovac, un empresa china, ha mostrado una vacuna efectiva en monos.

Sinopharm.

-Ejemplos:

Gripe, triple vírica, varicela, sarampión.

VACUNA GENÉTICA

En este caso se utiliza material genético del virus para que nuestro cuerpo genere las proteínas del virus y, a continuación, el sistema inmunitario las detecte y genere defensas. A diferencia de las vacunas "clásicas", no se introducen virus en el cuerpo, sino que se proporciona un 'manual de instrucciones' al cuerpo en forma de ADN o ARN para que el cuerpo detecte una señal de alerta y, a partir de ahí, empiece a fabricar anticuerpos contra esa amenaza.

Este enfoque, teóricamente, debería ser más barato y fácil de realizar, ya que tan solo se necesita el material genético de un virus para producir su vacuna. Eso sí, por ahora no hay ninguna vacuna desarrollada con éxito mediante esta estrategia. Así que el salto de la teoría a la práctica sigue estando sobre la mesa.

-Principales desarrolladores:

Moderna, una empresa de EEUU, que ha sido la primera empresa del mundo en probar una vacuna en humanos

BioNTech/Pfizer

Inovio

-Ejemplos:

Ninguna vacuna humana actual conocida usa este método.

VACUNA VIVA O DE VECTOR

Esta estrategia consiste en utilizar un virus diferente (como un adenovirus, de peso molecular pequeño, sin apenas cobertura externa y con poca capacidad de replicarse) para insertarle partes del SARS-CoV-2, como es el caso de sus proteínas. La 'mezcla' de estos patógenos, aunque resulta débil, logra provocar la respuesta inmunitaria.

-Principales desarrolladores:

Universidad de Oxford/AstraZeneca

CanSino

-Ejemplos:

Ninguna vacuna humana actual usa este método. En animales, se desarrollan vacunas de este tipo para prevenir enfermedades como la rabia o el moquillo.

VACUNA BASADA EN PROTEÍNAS

Este método introduce directamente en el cuerpo una parte del virus que se quiere combatir para que, en caso de una futura infección, se desarrolle una reacción inmunitaria contra el conjunto. En este caso, las investigaciones en curso utilizan una proteína (o una parte de esta) modificada para añadir algunas moléculas que 'irriten' al sistema inmunitario y le hagan reaccionar. Todavía no se sabe si, en la práctica, este enfoque es capaz de crear una protección completa frente al virus.

-Principales desarrolladores:

Novavax

-Ejemplos:

Vacuna contra el VPH (virus del papiloma humano).

CARRERA DE OBSTÁCULOS Y PIEDRAS EN EL CAMINO

El día que se logre una inmunización segura y eficaz, la carrera por la vacuna contra la covid-19 no habrá acabado. Habrá que ver cómo se produce, se reparte y se suministra a gran escala. Algunas estimaciones apuntan a que harían falta al menos 4.000 millones de dosis para inmunizar al 50% de la población. Esta cifra podría aumentar, y prácticamente multiplicarse por dos o por tres, en caso de que se necesitara más de una dosis por persona. O que la protección de cada inmunización fuera limitada en el tiempo. No olvidemos, pues, que el virus de la gripe estacional muta cada año, por lo que la producción de vacunas tiene que ir actualizándose y, ni así, logra una efectividad completa. ¿Qué pasaría, pues, si el SARS-CoV-2 se comportara de la misma manera?

En estos días, mientras la carrera científica por la vacuna avanza a su ritmo, empiezan a brotar las preocupaciones sobre cómo, en un futuro, llegará en manos de quienes la necesiten. Un reciente análisis publicado por ISGlobal, centro de investigación impulsado por la Fundación la Caixa, recuerda que existe al menos tres puntos de conflicto de cara a una futura vacuna universal. Para empezar preocupa, y mucho, cómo se va a producir a gran escala y a gran velocidad. También hay dudas sobre cómo (y con qué criterio) se va a efectuar el reparto global de estas inmunizaciones, garantizando que estas lleguen a todos los rincones del mundo (y no solo donde se pueda pagar). Y, finalmente, incluso antes de lograr con una fórmula correcta ya se abre el debate sobre la futura propiedad de este compuesto. ¿A qué precio se venderá el santo grial contra la pandemia?

Lograr una vacuna es un proceso complicado y que requiere tiempo. Puede que para el invierno del año que viene tengamos una (o varias) vacunas testadas. Pero ni así está garantizado que se hayan aprobado, producido y repartido a gran escala, advierte Rafael Vilasanjuan, uno de los autores del documento, director del área de Análisis y Desarrollo Global de ISGlobal y colaborador de este diario. Ahora que la carrera para lograr una inmunización contra la covid-19 se está llevando a cabo con el acelerador al máximo y con las herramientas hasta ahora no utilizadas, las incógnitas que se plantear para el futuro son muchas. "Es como pasar de coches sobre ruedas a coches voladores", reflexiona el experto.

Sobre el papel, la producción de vacunas es sencillísima. Los peros llegan cuando pasamos a la práctica. Más en el caso de inmunizaciones que, investigadas y fabricadas a contrarreloj, puede que salgan al mercado con un periodo de prueba relativamente corto (de cinco o seis meses, quizás). ¿Cómo sabremos, pues, que son seguras y eficaces a largo plazo? Sobre esta cuestión, ya hay un debate bioético abierto sobre hasta qué punto podemos deshacernos de los tiempos, los protocolos y los recelos de la ciencia en pro de una solución rápida. "Todos deseamos una vacuna disponible cuanto antes, pero no a cualquier precio", argumentaba hace unos meses Lluís Montoliu, miembro del Comité de ética del CSIC, recordando que "hay estudios que fallan justo cuando parece que están llegando a la meta. Pero es justamente este proceso el que garantiza que el resultado final es el mejor posible".

Y estas no son las únicas 'piedras en el camino' que habrá que sortear antes de lograr una vacuna al alcance de todo el mundo. El día que se zanje la carrera científica, todavía habrá que sortear los obstáculos geopolíticos, sociales y económicos. Y en este ámbito son muchas las preguntas por resolver. ¿Cómo se lograrán producir grandes cantidades en poco tiempo? ¿Cómo se repartirán? ¿Habrá prioridades? ¿Quién tendrá la propiedad de estas vacunas; las instituciones públicas que hicieron la primera inversión o de las farmacéuticas que llevaron a cabo los ensayos clínicos? ¿Habrá que regular el precio de estos productos esenciales para que todos, también los países con menos recursos, puedan acceder a estos? ¿Y si la vacuna presenta efectos adversos o poca protección a largo plazo? ¿Cómo recibirá la gente este fracaso? Imposible, por ahora, responder a estas preguntas. Pero quizás sí empezar a reflexionar sobre ellas.

La promesa de una vacuna rápida, reflexiona Vilasanjuan, se ha convertido en estos días en un arma de doble filo. El espejismo de lograrlo rápido se utiliza, al menos en Estados Unidos, como una arma electoral para contentar a la opinión pública. Pero, por el contrario, el miedo a sus posibles efectos adversos también monopoliza el discurso de un movimiento antivacunas que, aún sin haberse hallado una fórmula eficaz, ya se opone a las inyecciones masivas. Mientras, líderes políticos y autoridades sanitarias claman por una vacuna universal con la que se garantice un acceso igualitario a este recurso. "Si la futura vacuna no llega a todo el mundo, nadie estará realmente protegido", recordaba hace tan solo unos días la Cumbre Mundial de Vacunas. La vacuna contra la covid-19 todavía no está aquí y el debate ya ha empezado.