Su presencia en las carreteras es un termómetro de la actividad económica de un territorio. El transporte de mercancías fue uno de los sectores esenciales dentro de la situación del estado de alarma, pero su paso por el asfalto se redujo al mismo ritmo que se vieron obligadas a cerrar tiendas y se dejaron de servir cañas en los bares. Desde el comienzo de la desescalada el movimiento ha subido. «Los teléfonos suenan mucho más en las compañías», comentó la secretaria general de la Asociación Empresarial Castellonense de Transportes de Mercancías por Carretera (ACTM), Lara San Miguel.

Una idea que ratificó el gerente de una de las principales compañías de la provincia, Miguel Monfort. «Sigue sin estar al mismo nivel que antes de la pandemia, pero va subiendo y nos encontramos sobre el 75%» de lo que sería habitual en esta época del año», según destacó. Por su parte, San Miguel aludió a que la reducción media de la actividad de todo el sector del transporte y la logística rondó «entre un 50% y un 60%», con su consiguiente impacto para las cerca de 2.000 personas que viven de ello.

ESPERA / Desde la patronal provincial indican que todavía hay «más de un tercio de las empresas con trabajadores que se encuentran en situación de expediente temporal de empleo». Y constata que en las plataformas logísticas «hay menos personal, porque muchos siguen en situación de ERTE, lo que implica reducción de horarios, largas horas de espera para la carga y descarga y preparación de pedidos. Esto significa pérdida de horas y un incremento de los costes».

Un elevado porcentaje de los camiones de Castellón se dedican al transporte de materiales del sector azulejero. A pesar de que pudo mantenerse el movimiento de mercancías durante la parada de la producción de la primera quincena de abril, el parón en la demanda se notó de manera especial. Desde hace unas semanas se da un repunte, si bien Lara San Miguel comentó que siguen teniendo «el problema de los viajes de retorno en vacío», de modo que se deposita una carga en un país extranjero, pero no hay materiales para recoger de vuelta, lo que repercute en los costes, ya sea de quien contrata el viaje o de la propia empresa de camiones.

En cuanto a las condiciones, el cierre de la hostelería complicó la vida cotidiana de los conductores. «No tenían sitio para comer, ni siquiera baños públicos», indicó Monfort. Un trastorno que primero se atajó con una guía de puntos de guardia del Gobierno, y ahora con la desescalada.