EL QUIJOTE. Miguel de Cervantes

Aunque haya bastante bruma acerca de cómo se gestó el clásico, lo cierto es que en el prólogo, Cervantes asegura que inventó a su héroe en la cárcel de Sevilla, donde le llevó una mala gestión comercial. Allí estuvo tres meses del año 1597 y la mayoría de los expertos aceptan esa versión romántica según la cual el autor enclaustrado, inventó e incluso empezó a escribir allí sobre un tipo flaco y loco que abandona su reclusión para irse a dar palizas por el mundo. Si hay una novela de grandes horizontes, una ‘road movie’ a caballo y burro, esa es el 'Quijote'.

EL REY LEAR. William Shakespeare

Aquí el origen es mucho más oscuro, porque, es sabido, sobre Shakespeare apenas hay datos verificados. Así que una tradición biográfica asegura que ‘El rey Lear’ y ‘Macbeth’, dos de las grandes obras del repertorio shakesperiano se escribieron durante la epidemia de la peste de 1603 -Shakespeare había vivido también la plaga de 1593-. Con el cierre de los teatros en la capital, su compañía, la de los King`s Men, pudo tener más tiempo de ocio que el Bardo aprovecharía bien, imaginando dos de sus piezas más desesperanzadas. Si no es cierto, merecería serlo.

LOS 120 DIAS DE SODOMA. Marqués de Sade

La vida del Divino Marqués fue un largo encierro al que le condujeron sus fantasías libertinas. Preso en la Bastilla, Sade escribió esta novela, catálogo de atrocidades, violencia y vejaciones. Lo hizo en unas pequeñas cuartillas con letra minúscula que luego unió entre sí en un rollo para escapar al control de sus carceleros. En 1789, tras la toma de la prisión y después de que el marqués fuera trasladado al psiquiátrico de Charenton, un ciudadano rescató el original de entre las ruinas. Pasolini la llevó al cine en ‘Saló’, quizá la película de más insoportable visionado de la historia del cine.

El escritor y dramaturgo irlandés Oscar Wilde.

DE PROFUNDIS. Oscar Wilde

Da bastante pudor leer esta desgarradora carta escrita en la cárcel de Reading y dirigida a su amante, el joven Bosie, en la que Wilde, antaño el hombre de moda, hace balance de su vida con todos los matices posibles, la lucidez, el dolor, la indulgencia para sí mismo, los reproches al amado que no ha estado a la altura -fue el padre del chico quien le condujo a prisión bajo la acusación de ‘sodomía’- y no le ha visitado en estos días terribles. El dolor del encierro y la percepción de que ya nada volverá a ser igual están marcados a fuego en estas páginas. Y duelen.

TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS. Ludwig Wittgestein

Sí, posiblemente el que sea uno de los textos filosóficos más influyentes del siglo XX fue escrito en un campo de prisioneros italiano, cerca de Montecassino donde estuvo recluido Wittgenstein durante la primera guerra mundial. El entorno podía no ser el más indicado pero el filósofo se crecía en la clausura. Él mismo, años antes de la contienda, se había construido una recóndita cabaña en el fondo de un fiordo noruego donde había permanecido en soledad durante largas temporadas, e incluso un año entero.

MEIN KAMPF. Adolf Hitler

No deja de ser una paradoja histórica que Wittgenstein y Adolf Hitler fueran compañeros de clase y que además hayan dedicado un encierro a escribir, aunque el primero quisiera resolver todos los problemas de la filosofía y el segundo, acabar con todo rastro de humanidad. El 'putsch' fallido de Munich llevó al futuro 'führer¡ a la cárcel de Landsberg en el verano de 1924, allí redactó el primer volumen de esta obra que es a la vez memorias y manual ideológico. Suele decirse que se lo dictó a Rudolph Hess, con quien compartió encierro, pero lo cierto es que lo mecanografió él mismo en unas condiciones no excesivamente penosas.

El poeta Miguel Hernández / FUNDACIÓN MIGUEL HERNÁNDEZ

CANCIONERO Y ROMANCERO DE AUSENCIAS. Miguel Hernández

El último poemario de Miguel Hernández fue escrito entre 1938 y unos meses antes de su muerte en 1942, en el Reformatorio de Adultos de Alicante, donde lo mató la tuberculosis y las pésimas condiciones sanitarias. Poemas como ‘Llegó con tres heridas’, escrito tras la muerte de su primer hijo, o la famosa ‘Nanas de la cebolla’ dan cuenta, a partir de un lenguaje sencillo, del fin de una época y sus esperanzas y de la conciencia íntima del final personal.

DIARIO. Ana Frank

La adolescente alemana Ana Frank, 13 años y todos los sueños por delante, es sabido, llevó un diario entre el 12 de junio de 1942 y el 1 de agosto de 1944, mientras se mantenía escondida con los suyos y otra familia amiga en la buhardilla clausurada de un edificio en Amsterdam. El descubrimiento del libro por su padre, el único de los habitantes del encierro que sobrevivió a los campos de concentración, echó a circular un potente símbolo que le puso rostro a los millones de judíos masacrados por los nazis.

SANTA MARÍA DE LAS FLORES. Jean Genet

Todo el odio social acumulado por el violento y extremo Genet que cometió su primer robo a los 10 años y sobrevivió prostituyéndose, falsificando documentos y dedicándose a la mendicidad, se concentra en esta novela autobiográfica que escribió en prisión Allí se hubiera quedado a perpetuidad sumando condenas si la 'crème de la crème' de la intelectualidad francesa no hubiese confiese confiado en él como escritor y solicitado el indulto al presidente de la República. Genet salió, escandalizó con su homosexualidad transgresora, disfrutó de su fama incómoda y jamás volvió a pisar una cárcel.

El escritor keniano Ngugi Wa Thiongo / FERRAN NADEU

EL DIABLO EN LA CRUZ. Ngugi Wa Thiongo

En 1977, la representación de una obra de teatro que disgustó a las autoridades locales llevó al dramaturgo James Ngugi a una de las prisiones de seguridad más estrictas de Kenia , sin que se hubieran presentado cargos formalmente. El escritor en su celda decidió cambiar su nombre a Ngugi Wa Thiongo, abandonar para la creación el inglés del opresor colonial y dedicarse a su lengua materna el gikuyu. En esa lengua escribió esta novela fantástica y simbólica en el rasposo papel higienico que le daban. Hoy es uno de los más firmes candidatos a ganar el Nobel.