Casi nadie habla ni escribe de ellas, pero existen. En Castellón 3.795 profesionales (más del 98% son mujeres) se dedican legalmente al trabajo doméstico y al cuidado de personas mayores. Forman parte de uno de los colectivos más precarios y con menos derechos y, ahora, el tsunami que ha provocado el coronavirus les ha golpeado con una fuerza extrema. Muchos de sus empleadores, familias en su mayoría, las han despedido. Algunos por miedo al contagio. Otros porque no pueden asumir su sueldo. «Somos las grandes olvidadas. Nos estamos quedando sin trabajo y, encima, no tenemos derecho a nada. El subsidio que ha anunciado el Gobierno es una ayuda, pero necesitamos más», describe Tania Gaspar, portavoz de la plataforma de trabajadoras del hogar de Castellón, que lucha por la dignificación del sector.

Pese a que el Ejecutivo prepara una ayuda extraordinaria de un mes de duración para las empleadas domésticas que coticen a la Seguridad Social y hayan perdido su empleo o reducido su jornada por la crisis sanitaria, no todas las profesionales van a poder beneficiarse. En principio sí lo van a hacer las que cotizan a la Seguridad Social, pero el problema es que en Castellón hay al menos otras 2.000 que trabajan en negro. «Arrastramos una situación histórica de desigualdad laboral y el subsidio, lamentablemente, deja fuera a todas aquellas mujeres que están en la economía sumergida. Muchas lo hacen porque no tienen los papeles en regla y otras porque sus empleadores no quieren darlas de alta en la Seguridad Social», lamenta Gaspar.

MAL VISTAS Y MAL PAGADAS

Carmen tiene 50 años, es de Castelló y se dedica al cuidado de personas mayores. Hasta ahora se encargaba de atender a dos ancianos, pero en cuestión de días la familia de uno de ellos la despidió y la otra le pidió que no regresara hasta que pasara la crisis. «Estoy separada y tengo tres hijos a mi cargo. Ahora mismo estoy en casa, sin ingresos y la incertidumbre es total», describe.

Paola, de 39 años, lleva varios años limpiando en casas. «Es un sector que está mal visto, mal pagado y no tenemos derechos», describe, mientras cuenta que últimamente se ganaba la vida realizando tareas domésticas en dos viviendas. «En una ya me han dicho que no vaya más hasta que pase todo esto. En la otra todavía voy y me pongo mi mascarilla, mis guantes... Ojalá está situación acabe pronto», detalla.

Desde el 2011, las empleadas del hogar cuentan con un sistema especial de cotización del Régimen General que no se basa en el salario real, sino que va por tramos. Cada empleador tiene la obligación de dar de alta a las trabajadoras del hogar y cotizar por las horas efectivas de trabajo. Pero el problema es que muchos de esos empleadores se han quedado ahora sin trabajo o han cerrado sus negocios, con lo que ya no pueden asumir el coste. ¿La consecuencia? El coronavirus está suponiendo la puntilla de un colectivo que se va directamente a engrosar la lista del desempleo.