La sangría laboral del coronavirus en Estados Unidos puede haberse frenado ligeramente pero no se detiene. Según los últimos datos del Departamento de Trabajo facilitados este jueves, casi tres millones de estadounidenses se sumaron en la última semana de registro a las listas del paro, con lo que la cifra total en los dos últimos meses de nuevos desempleados es ya de más de 36 millones de personas.

La situación real es peor aún de lo que indican los números, pues la avalancha de reclamaciones tiene atorados algunos sistemas estatales. Un sondeo realizado para 'The New York Times' a principios de mes, por ejemplo, ha mostrado que más de la mitad de quienes han pedido prestaciones de desempleo no han tenido éxito. Y según análisis del diario 13 estados todavía no han puesto en marcha el programa de ayuda que estableció el Congreso para trabajadores como freelancers o empleados de la mal llamada 'economía compartida' que habitualmente no pueden solicitar prestaciones a los estados.

LOS MÁS VULNERABLES, LOS MÁS GOLPEADOS

Los números generales tampoco subrayan uno de los aspectos confirmados de la crisis: los más golpeados por el desempleo son los más vulnerables. Y este último extremo lo va a subrayar hoy la Reserva Federal en un informe, del que ayer avanzó un dato el presidente del organismo, Jerome Powell, en un discurso en el que alertó de una crisis sin precedentes modernos y que ha causado un sufrimiento difícil de expresar en palabras: el 40% de quienes perdieron el empleo en marzo, por ejemplo, viven en hogares que ya antes de la crisis ingresaban menos de 40.000 dólares anuales.

También los datos detallados del paro de abril, cuando EEUU marcó el triste hito de pérdida de 20 millones de puestos de trabajo en un solo mes y la tasa de desempleo se disparó a un 14.7%, ratificaron que quienes más están viéndose afectados fueron latinos y negros, mujeres y quienes no tienen educación universitaria.

En su discurso del miércoles, en el que advirtió que la recuperación va a ser más lenta de lo previsto, Powell aseguró que la situación hace obligatorio que el Congreso y la Casa Blanca implementen más ayudas. El daño si no se hace, aseguró, puede ser permanente.