Salvador Molina es consciente de que la situación provocada por la pandemia de coronavirus le obligará a hacer muchos números para que vuelvan a cuadrar las cuentas una vez que la crisis se encauce. Él, como miles y miles de autónomos, ha visto mermados los ingresos por las lógicas restricciones a la que lleva el estado de alarma en el que se encuentra el país, con la gran mayoría de negocios cerrados. No es su caso. Salva forma parte de ese gremio de quiosqueros que en estos complicados días cumple con su misión de garantizar un bien de primera necesidad: la información procedente de la prensa escrita. Muchos vecinos de Burriana acceden a medios como Mediterráneo en su quiosco situado en pleno corazón de la localidad de la Plana Baixa, en el Carrer Nou.

«No sé si al final mantener las puertas abiertas será beneficioso o no económicamente, después de hacer frente a pagos como alquiler del local, cuota de autónomos... Pero sí estoy satisfecho de poder ofrecer un servicio esencial a la gente», señala Salva, que agradece que el real decreto del Gobierno le permita seguir al frente de su negocio —«por lo menos poder salir de casa unas horas y atender a los clientes te airea un poco—, aunque sea ahora en un horario reducido —de 7.30 de la mañana hasta las dos de la tarde— por las circunstancias y «también por seguridad», añade.

«La gente se alegra de pasar por aquí y ver que mantienes abierto el quiosco. Les ofreces una pequeña vía para evadirse con el periódico o las revistas», recalca Salva, que atiende a los clientes detrás de una mampara que se ha visto obligado a instalar para incrementar la protección ante cualquier posibilidad de contagio, algo imprescindible en su caso, en contacto con unos padres que «ya son mayores» y a los que hay que cuidar al máximo mientras dure el confinamiento obligado.