La calle porticada, vacía; la entrada al castillo, cerrada; y la plaza de la arciprestal, sin turistas que quieran inmortalizar la belleza patrimonial. Son imágenes que ejemplifican cómo el confinamiento ha cambiado por completo la vida en Morella, con cerca de 2.450 habitantes, pese al alivio que ha supuesto empezar a salir ya sin restricciones horarias desde el pasado sábado.

Aun así, el paseo por el municipio se hace raro estos días. La falta de visitantes y trajín en los viales demuestra aún el estado de alarma actual. Bien lo sabe Pili Querol, que regenta una pastelería junto a las torres de San Miguel. «Es muy extraño no ver turistas. Solo estamos los vecinos y las ventas han caído mucho. Hacemos el pan de cada día, pero flaons, por ejemplo, que en circunstancias normales vendemos muchos, ahora prácticamente no se piden», recalca.

Pili Querol regenta una popular pastelería situada junto a las torres de San Miguel.

Javi Tena, que administra una tienda de alimentación de toda la vida, destaca que ha seguido trabajando con normalidad, incluso ha tenido un «incremento de ventas».

Más ilustrativo de esta situación son los casos de Vallivana Mestre y Juanjo Ripollés, que mientras compran en el establecimiento anterior, cuentan cómo viven esta temporada tan complicada, especialmente para ellos. Y es que ambos han superado el coronavirus tras estar contagiados: ella trabaja en la residencia de ancianos y él ha llegado a estar ingresado en el Hospital de Vinaròs. «Ahora que ya estamos bien, tratamos de hacer vida normal dentro de las condiciones que hay», explican, a la vez que aseguran que ahora valoran más «las pequeñas rutinas del día a día» a las que antes del covid-19 no daban importancia.

Javi y Argimiro Tena atienden en su tienda a Vallivana y Juanjo, dos vecinos que han vuelto a hacer vida normal tras haber superado el coronavirus.

Muy relevante ha sido la labor del Ayuntamiento, que ha reforzado los Servicios Sociales para atender a muchos vecinos que han necesitado ayuda durante estos días tan duros que parece que ya se están quedando atrás. Así lo pone en valor la concejala de Bienestar Social, Malú Blasco: «Desde el centro de día repartimos comida para los usuarios que antes iban al recinto y para aquellos vecinos que lo han solicitado».

Sergio es el trabajador municipal que se encarga de la distribución casa por casa de las provisiones. «Cada día nos desplazamos por los hogares de estas personas y les llevamos la comida. Es una labor importante, tenemos que cuidar de nuestros mayores y más aún en las circunstancias actuales», comenta este vecino.

Sergio carga comida que repartirá casa por casa a los usuarios del centro de día, al lado de la concejala Malú Blasco.

La pandemia también afecta al día a día de otros sectores. Como a Marc Moles, que es profesor en el instituto de Vilafranca y trabaja desde casa con sus alumnos. "Es muy diferente, en mi caso, que soy profesor de Educación Física. Es muy importante que los alumnos no dejen de hacer deporte. Por ello he buscado que, pese a las circunstancias, las sesiones sean los más prácticas posibles", apunta el docente.

Marc Moles, profesor de Educación Física en Vilafranca, imparte clases telemáticas.

Las familias tampoco han sido indemnes de esta crisis, aunque eso no tiene por qué estar reñido con la solidaridad. Pese a que Julián Martínez, propietario de un hotel y afectado sobremanera por la pandemia al vivir 100% del turismo, e Ivana Ripollés, que tiene un centro de estética y solo puede hacer pedidos 'on line', esta pareja no ha dudado en poner las casas rurales que poseen a disposición del Ayuntamiento por si algún sanitario de la residencia necesita hospedarse.

La familia Martínez Ripollés ha cedido sus casas rurales a sanitarios de la residencia.