Elon Musk y Donald Trump no siempre han estado de acuerdo pero ahora algo les une, además de su don para provocar tormentas o movimientos bursátiles sísmicos a golpe de polémicas declaraciones vía tuit: la presión para reabrir la economía, aunque la ciencia y las órdenes locales pidan que esa reapertura se realice con cautela cuando el coronavirus todavía no está bajo control en Estados Unidos. El lunes, dos días después de presentar una demanda contra el condado de Alameda y tras amenazar con llevarse inmediatamente sus compañías a Nevada o Tejas.

Musk fue más allá todavía y reabrió la fábrica de Tesla en la localidad de Fremont, la única de EEUU donde fabrica coches eléctricos. El martes el presidente le ha dado su apoyo en la red social que ambos comparten también como una de sus vías de comunicación favorita.

NEGACIONISMO CIENTÍFICO

Musk, que ante sus 34 millones de seguidores en Twitter ha dado muestras de negacionismo científico en esta pandemia y ha minimizado su gravedad, hace tiempo que no oculta su oposición a medidas de confinamiento que ha comparado con encarcelamiento forzoso de gente en sus casas en contra de sus derechos constitucionales y cierres de negocios que ha llegado a calificar de fascistas.

Cuando en marzo entraron en vigor las restricciones, la policía tuvo que forzar el de la fábrica de Fremont al que se resistió. Y Musk declaró la rebelión total cuando el condado decidió prolongarlas más allá de lo que sugerían las órdenes estatales, una decisión permitida por una orden de la semana pasada del gobernador demócrata Gavin Newsom que dio a gobiernos locales autoridad para imponer medidas más restrictivas que las estatales si lo consideran necesario.

Musk entró en cólera al enterarse de esa decisión el viernes. Dijo que era la gota que colma el vaso y al día siguiente presentó la demanda, y cuestionó que la decisión la estuvieran tomando responsables sanitarios directamente no elegidos (llegando al nivel de insulto). El lunes tuiteó la reapertura, mostrándose dispuesto a ser detenido.

Una de las reacciones que más eco tuvo el fin de semana fue la de una congresista californiana, Lorena González, que tuiteó simplemente un Que se joda Elon Musk (luego la demócrata reconoció que podía haber expresado su frustración de forma menos agresiva, pero también que de haberlo hecho no habría recibido la misma atención).

Pero el empresario también recibió muestras de apoyo y entró como actor protagonista en el teatro de la guerra que, a grandes rasgos, divide a demócratas y republicanos sobre cómo y cuándo reactivar la actividad económica, una batalla que se está librando con protestas de la derecha en estados gobernados por los progresistas que Trump también ha alentado.

SIN REPRESALIAS

Las autoridades locales han asegurado que estaban intentando acordar un plan con Musk para que pudiera abrir el día 18 la planta de Fremont , basándose en la reapertura de su planta de Shanghai, pero que la reapertura del lunes se adelantó a lo que se negociaba, pues le habían pedido unos días más de margen para estudiar cómo evolucionaba la epidemia. Pese a la advertencia, para este martes no se habían adoptado medidas de represalia.

El episodio ha servido también para recordar el poder político que tiene Musk, que emplea a 10.000 personas en California. El lunes el gobernador, Gavin Newsom, trató de distanciarse de la polémica y eludió cuestionar o criticar directamente al empresario, alegando que el conflicto es entre Musk y el condado aunque es el demócrata el que dictó la orden de cierre estatal en marzo y quien la semana pasada emitió la que ampliaba la autoridad de los gobiernos locales. Tengo grandes expectativas de que se pueda resolver a niveles de condado, dijo el gobernador, que ha mostrado su deseo de mantener muchas, muchas décadas la relación con Tesla.

LOS TRABAJADORES

Dos trabajadores de Tesla que han hablado protegidos por el anonimato con The Washington Post, mientras, han mostrado su preocupación por la escalada repentina en el trabajo en la fábrica, donde dicen que se aplican poco las normas de distanciamiento social. Todo el mundo va sin la máscara, se hacen grupos... Da miedo, decía uno de los empleados, que aseguraba que las decisiones de su jefe han afectado a la moral de los trabajadores. Estamos extremadamente frustrados, enfadados y asustados de que Elon esté poniendo sus coches por delante de sus trabajadores y de su bienestar.