“Nos vemos de nuevo cuando estemos todos muertos. Salud, vecinos”.

Con este mensaje se despidió de su clientela el legendario Schlawinchen. El bar berlinés, en el distrito de Kreuzberg, se vio obligado a bajar la persiana a mediados del pasado marzo tras haber permanecido ininterrumpidamente abierto durante más de 40 años: el local no había cerrado ni un minuto desde 1979. Siempre abierto, porque siempre hay alguien que tiene sed, como dijo su propietario, Tobi Jorczik, en una entrevista con la radio pública alemana. En ella, Jorczik incluso reconoció que tuvo problemas para encontrar la llave del psicodélico local en el que se reúne tradicionalmente un variopinto público para beber, fumar, escuchar música y compartir historias.

Lo que no consiguió la Guerra Fría ni el Muro de Berlín lo ha logrado un virus bautizado como covid-19. Una de las primeras restricciones que tomó el gobierno federal y los estados federados fue ordenar el cierre de todos los locales de ocio como cines, teatros, bares, clubs y casinos. Cualquiera que haya pisado la noche de la capital alemana, entiende la dimensión del cierre de Schlawinchen: si un virus obliga a cerrar sus puertas, entonces tiene que ser un virus muy peligroso.

SECTOR EN PELIGRO

"Para nosotros, es la peor crisis desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, nunca hemos tenido que hacer frente a una amenaza tan grande". Esto dijo hace un par de semanas Lutz Leichsenring, portavoz de la federación de clubs nocturnos de Berlín, la llamada "Clubcommision", que agrupa a más de 200 locales. La declaración tuvo algo de premonitorio; días después, Angela Merkel usaba la misma referencia histórica: “Desde la Segunda Guerra Mundial no ha habido en nuestro país un reto que nos haga depender tanto de nuestra acción conjunta y solidaria”.

Además de sus museos y sus óperas, la capitalidad cultural de Berlín no sería la misma sin sus locales nocturnos ni sus clubes de música electrónica. La noche berlinesa atrae a cientos de miles de personas cada año. Gente que busca el mito del hedonismo y la libertad individual que rigen la escena. El cierre, obligado por la pandemia de momento hasta el próximo 20 de abril, amenaza ahora la existencia de muchos de esos espacios. La noche de Berlín se apaga.

“Calculamos que el cierre supondrá pérdidas de 10 millones de euros mensuales”, dice Lutz Leichsenring a El Periódico. “Ninguno de los cientos de clubes de la ciudad podrá sobrevivir si se mantienen cerrados durante meses. Por eso necesitamos apoyo del Estado. Nosotros no tenemos a consorcios o grandes inversores que nos sostengan. Los empleados de los clubes tampoco cuentan con grandes ahorros”.

"UNITED WE STREAM"

La dimensión de la crisis es tal que el Estado alemán se ha hecho cargo en primer lugar de lo esencial: frenar la velocidad de los contagios para evitar el colapso del sistema sanitario, asegurar el abastecimiento de la población y garantizar un paquete billonario de créditos estatales e inversiones públicas para amortiguar el duro golpe que sufrirá la economía alemana en el 2020. La música electrónica y el ocio nocturno berlinés no están, por razones obvias, en la lista de prioridades.

A la espera de posibles ayudas que salven al menos una parte de la escena, el sector se ha puesto manos a la obra: con la plataforma United We Stream, transmite en directo 'sets' de 'djs' desde clubes emblemáticos - y ahora vacíos - de Berlín. A cambio, pide a los ciudadanos confinados en sus casas una aportación económica. El 'crowdfunding' debería servir de fondo transitorio hasta que la gente pueda a volver a sudar junta en las pistas de baile.