El pasado 25 de marzo, cuando la curva de contagiados por coronavirus empezaba a estar en su punto más álgido, Nuria Badenes comenzó a notar un fuerte dolor de garganta. Regenta un centro de estética en Castelló, por lo que su contacto con los clientes es cercano y no tuvo dudas: “La fiebre me subió a 38º y llamé el médico, que con los síntomas me dijo que tenía coronavirus, así que me llamaba todos los días y me recetó Paracetamol”.

Lo cierto es que la febrícula no le bajaba, así que dos días después, casi sin voz, llamó a Emergencias: “Me pidieron que me relajara porque no había ambulancia y el hospital estaba saturado, así que lo mejor era que siguiera en casa”. El 1 de abril, día precisamente de su cumpleaños, le llamó el médico, que al comprobar su estado llamó personalmente a la ambulancia: “Vio que me faltaba el aire, así que vinieron a por mí para llevarme al hospital. Lo más duro fue despedirme de mi hijo de 11 años y de mi marido porque no sabía si me iban a ingresar ni cuándo iba a volver”.

Fue trasladada al Hospital General “en una ambulancia que impresionaba, con el personal muy protegido y un fuerte olor a lejía como es normal. Me dio un ataque de ansiedad”. Ya en el centro hospitalario, los sanitarios le aseguraron que “no podía pasar el test porque no tenían y me dijeron que al tener todos los síntomas lo daban por hecho, pero sí me hicieron una radiografía para ver dónde tenía la infección; por suerte estaba en la garganta y no me había bajado a los pulmones”.

Nuria agradece “el maravilloso trato” del personal del Hospital General, que una vez comprobó su estado le pidió que se fuera a casa para recuperarse: “Me dieron un antibiótico para la garganta y la fiebre. Como soy inmunodeprimida, al tener bajos los glóbulos blancos, soy factor de riesgo, por lo que pasé un miedo terrible”. Por suerte, cuatro semanas después puede contar su historia y ahora se preocupa ya no solo por el problema sanitario, sino también por el económico: “Llevo 17 años como autónoma y ahora no sé en qué condiciones podremos abrir el centro de estética, ni cuándo lo podremos hacer, pero lo que está claro es que los pagos los seguimos teniendo y con las ayudas no nos llega”.

Lo importante, eso sí, es que ya puede estar con su hijo y su marido, a los que tanto ha echado de menos durante la enfermedad: “Aún estamos separados por precaución, ellos en el salón y yo en la habitación, pero lo peor ya ha pasado”. Antes de concluir, Nuria recomienda lo siguiente: “Al primer síntoma hay que llamar y hacer caso a lo que digan los médicos”.

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