Ni el trauma social del confinamiento, ni las duras consecuencias de una crisis que se augura devastadora parecen capaces de encauzar las difíciles relaciones entre el Gobierno y el PP. El Ejecutivo ya no habla de "Pactos de la Moncloa" pero, más allá de las marcas concretas, sigue determinado a tejer un consenso global para reconstruir el país tras la pandemia. No hay pistas que indiquen que el plan vaya a prosperar. Más bien lo contrario, a tenor del enésimo desencuentro que llega incluso antes de que Pedro Sánchez y Pablo Casado se pongan al teléfono. Cuando este martes la Moncloa hizo público que el presidente ha previsto contactar el jueves con el jefe de la oposición y, a lo largo ese día y del viernes con el resto de partidos, los conservadores mostraron su indignación. No es que rechacen la cita. Pero critican que el gabinete presidencial no les propusiese el encuentro antes de anunciarlo. Mientras el Gobierno pedía crear un mínimo clima de entendimiento que permita tender puentes para que la salida de la crisis sea lo más rápida y sólida posible, el PP respondía, en un duro comunicado, que el presidente actúa con "arrogancia" y "nula voluntad de pacto".

Con este clima arrancarán las conversaciones. La Moncloa no ha concretado cuáles son los contenidos específicos que quiere incluir en esos eventuales pactos. Alega que estamos ante una primera fase en la que el Gobierno tiene que constatar que los partidos dialogan sin poner "excusas" y que lo hacen "para arrimar el hombro", es decir, sin estrategias cortoplacistas en beneficio de un color político. El mensaje a Casado es claro. El Ejecutivo se felicita de que haya manifestado su voluntad de atender la llamada del presidente, pero le pide que lo haga "con espíritu constructivo" para "aparcar las diferencias políticas", en palabras de la portavoz gubernamental y ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

Sánchez llamará a todos los líderes con representación en el Congreso de los Diputados. Confía en que ningún grupo se autoexcluya, pero aunque todos se sentasen a dialogar, enfrente tendrá muchos recelos. Entre ellos, los de los partidos nacionalistas, que han expresado su temor a que el presidente tenga la tentación de recuperar competencias transferidas a las autonomías bajo el pretexto de tejer unos acuerdos de país. El Ejecutivo asegura que algo así no está ni estará en la agenda. La portavoz lo desmintió de plano este martes en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. "Los partidos nacionalistas no tienen que tener ningún temor a que el Gobierno pudiera tener ánimo recentralizador", aseguró, porque está en su "ADN" defender el Estado de las autonomías.

Si Sánchez logra allanar una senda de diálogo con partidos, empresarios y sindicatos, su voluntad es pasar a una segunda fase en la que se entrará en materia, una etapa marcada por la elaboración y aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado que tendrán que ser de reconstrucción. Todo el proyecto que Hacienda había elaborado es ahora papel mojado. Montero admite que hasta que constate cifras del impacto económico "más sólidas" y "más fiables" que las funestas previsiones adelantadas este martes por el Fondo Monetario Internacional (FMI) no podrá elaborar un nuevo proyecto. Esas cuentas públicas, explicó, serán las que puedan poner en marcha al país y para ellas pidió el plácet no ya de los grupos que apoyaron la investidura de Sánchez en enero, sino de una "mayoría reforzada".