La presidencia de Donald Trump está siendo una mina para los teóricos de la comunicación política. El republicano no solo ha dinamitado todos los estándares de esta ciencia difusa, sino que ha demostrado ser un genio de la comunicación digital, que ejerce obsesivamente a través de Twitter, una plataforma que le permite llegar de forma instantánea a sus más de 80 millones de seguidores. Trump la utiliza para marcar la agenda política, para lanzar globos sonda, para ajustar cuentas con sus detractores, para hacer anuncios en política exterior o para alimentar su vanidad retuiteando a sus cortesanos o ensalzando su propia figura. "Él necesita tuitear como nosotros necesitamos comer", llegó a decir su asesora, Kellyane Conway.

Twitter es su sala de prensa y su pelotón de fusilamiento, su valija diplomática y su micrófono electoral. "Boom, le doy al botón y en dos segundos tenemos un 'breaking news'", explicó hace unos meses en una rueda de prensa. En 280 caracteres ha anunciado aranceles contra China, el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, ha etiquetado como "basura humana" a periodistas díscolos o ha dicho que el coronavirus desaparecería "de forma milagrosa". Las primeras horas de la mañana y las últimas de la noche son sus momentos predilectos para regocijarse en Twitter. Y a días lo hace de forma compulsiva, como una ametralladora humana. Durante su 'impeachment' llegó a escribir 142 mensajes en un solo día, concretamente durante la misma jornada que pasó en Davos departiendo supuestamente con otros líderes políticos.

En esos tuits hay espacio para todo. Según un análisis del 'New York Times' publicado en enero, más de 5.800 de sus tuits los ha dedicado a atacar a alguien o algo. Otros 4.800 a alabar a sus simpatizantes. Otros 2.400 a criticar a los demócratas; más de 2.000 a cargar contra las investigaciones que estos años le han perseguido. En más de 1.700 tuits ha promovido teorías conspiratorias; en 1.300 ha fustigado a la prensa. Varios centenares más han fomentado el miedo hacia los inmigrantes y las minorías. Otros 200 fueron críticas y amenazas a sus aliados internacionales y 132 los dedicó a aplaudir a dictadores de toda ralea.

Todo vale

En esos tuits la mentira y la verdad se difuminan de manera caprichosa, como sucede en los mejores regímenes totalitarios. Todo vale para avanzar sus intereses políticos. Rectifica cuando le conviene, pero nunca pide disculpas y nunca admite haberse equivocado. Sin Twitter no se puede comprender la presidencia Trump, de ahí que sus amenazas de cerrar la red social sean tan creíbles como sus amenazas para amordazar a la prensa. Por un lado, el sistema de contrapesos estadounidense no se lo permitiría; por otro, es muy cuestionable que pueda vivir sin la red del pájaro azul, su particular lanzallamas presidencial.