La crisis del coronavirus ha separado a muchas familias de la provincia. Con el fin del estado de alarma y el comienzo de la llamada nueva normalidad se dejan atrás --al menos, de momento-- el cierre de fronteras entre comunidades autónomas y la restricción de movimientos.

Jóvenes de Castellón que estudiaban en ciudades como Madrid o Barcelona y personas que habían emigrado por trabajo se quedaron atrapadas ante la tragedia sanitaria y los protocolos para contener el virus. Las nuevas tecnologías fueron durante las semanas más duras de confinamiento un soplo de aire fresco, una ventana virtual mediante la cual podían acercarse a sus familiares y amigos. «La pandemia lejos de casa ha sido durísima, pero no podemos imaginar cómo lo habríamos vivido sin teléfono ni sin videollamadas, como les pasaba a nuestros abuelos o bisabuelos. La tecnología, aunque no te abraza ni te besa, ha sido de gran ayuda durante todos estos meses», dicen algunos de los afectados.

Castellón ya recibe, desde el pasado domingo, a todos aquellos que tienen segundas residencias en alguna de sus comarcas o a quienes visitarán a partir de ahora a familiares y amigos (además de a turistas sin vinculación en la provincia). Son días de reencuentros y de emociones a flor de piel.

Clàudia Baila (Zaragoza)

«Da mucha pena ver a tu familia reunida, pero sin tí”

La última vez que Claudia Baila, de 27 años, estuvo en Castelló fue en el mes de febrero. La castellonense realiza el doctorado de Veterinaria en Zaragoza, donde vive desde que comenzara la universidad. «Estoy acostumbrada a la distancia porque llevo muchos años fuera, pero ha sido complicado gestionar la incertidumbre, ver a mi familia reunida sin mí o pensar que si les pasaba algo, yo no podía estar», apunta. Mañana se reencontrará con todos.

Además de añorar a sus padres, su hermana y demás allegados, reconoce que para ella ha sido difícil estar encerrada en una vivienda pequeña. «Mi casa de Castellón está en las afueras, en el Tossal Gros, y tiene jardín. Confinarse en un piso pequeño y sin terraza ha sido duro en muchas grandes ciudades», afirma la veterinaria.

Natalia Barberá(Palma de Mallorca)

Natalia Barberá, abogada de 31 años, vive en Palma de Mallorca por trabajo y anteayer pudo volar a Valencia para reencontrarse con sus padres y su hermano, vecinos de Benicàssim. «El fin de semana del 14 de marzo yo tenía el viaje organizado para ir a Castellón para Magdalena. La magnitud de esto nos pilló a todos por sorpresa y ahora, tras más de tres meses, tengo muchas ganas de ver a la familia y dar los abrazos que no he podido dar hasta ahora. Pasar esto sola es duro», explica. «En Baleares se ha notado mucho la paralización de la economía porque depende del turismo. En cuanto a cifras de casos y muertes, ha sido menos dramático que otras zonas y la desescalada, más agradable», afirma Natalia, quien ha aprovechado este tiempo para visitar otras islas y rincones.

Marta García (Madrid)

«Por fin veré a los míos tras estar confinada en Madrid»

Toda la familia materna de Marta García vive en Castellón, donde ella misma nació hace ahora 24 años. Por motivos laborales, cuando ella era pequeña sus padres se mudaron a Madrid, donde la joven creció. La suya ha sido la ciudad más castigada por la pandemia y la próxima semana podrá dejarla atrás por unos días para reencontrarse con los suyos. «Mis padres y yo solemos ir muchísimo a Castellón. Pasamos temporadas allí en Semana Santa, cuando hay puentes y, por supuesto, en verano. Mi abuela, mis tíos, primos y muchos amigos están allí», explica la joven, que tiene su segunda residencia en Benicàssim. «En Madrid el confinamiento ha sido duro. Los supermercados parecían zonas fantasma. Yo no pude ver a mi pareja en dos meses y medio», recuerda.

Familia Campos-Herrera (Zaragoza)

«Nuestra hija celebrará su primer año con la familia de Castelló tres meses después»

La crisis del coronavirus impidió que Alma pudiera celebrar su primer año de vida con su familia y amigos de Castelló. La fiesta tuvo que hacerse en su casa de Zaragoza, en abril, en pleno confinamiento y petit comité. Paola, zaragozana, y Dani, natural del Grau, podrán ahora viajar con su hija a Castellón, tras la llegada de la nueva normalidad. La abuela paterna, especialmente, no ve la hora de que llegue el emotivo reencuentro con su primera nieta.

«Estuvimos en el Grau el fin de semana antes de que se decretara el estado de alarma. Solemos ir cada mes o mes y medio, pero ahora serán cuatro meses y ese tiempo para un bebé es mucho y cambian muy rápido», cuenta el padre. La pareja tiene «muchas ganas» de visitar la provincia, pero reconoce que también tiene «un poco de miedo» e «incertidumbre» ante posibles rebrotes.

«Nosotros hemos sido muy cautos y hemos empezado a hacer vida social hace relativamente poco. Me da un poco de reparo por mi abuelo, que es ya mayor, pero confiemos en que todo el mundo sea responsable y que la evolución de la crisis sanitaria sea en positivo», explica Dani. La familia Campos Herrera cuenta ya los días para venir a Castellón y lo hará sin fecha de vuelta cerrada para disfrutar al máximo de todos los suyos.

Iris Macías (Breda, Holanda)

«Ha sido muy difícil estar lejos de España y no saber cuándo podría volver a casa»

La castellonense Iris Macías, de 25 años, vive desde hace un año en Breda (Holanda) y, después de seis meses sin ver a los suyos, este fin de semana podrá viajar a casa, tras la pandemia del coronavirus. La joven tiene un contrato de prácticas en una conocida firma de electrodomésticos y cuando su empresa les propuso irse a su país, ante la crisis sanitaria y la posibilidad de que hubiera un cierre de fronteras, ella declinó esa opción, creyendo que no sería «tan grave ni para tanto tiempo».

«Decidí quedarme por no poner en riesgo a mi familia, ya que son todos bastante mayores. Mis amigos de Breda se fueron y me quedé totalmente sola», relata. «Aquí las restricciones han sido menos duras que en España, pero aunque siempre se ha podido salir y hacer deporte, yo no tenía con quién porque todos mis conocidos se habían marchado», recuerda la joven. «Ha sido muy duro para mí no saber cuándo podría regresar. Era muy complicado ver, a través de las redes sociales, a la gente que se reunía en España durante la desescalada», cuenta, muy emocionada. «Ahora estoy muy contenta de volver porque necesito recargar pilas y estar con los míos. Aún así, será un reencuentro raro porque en mi familia queremos tomar precauciones y no habrá abrazos», asevera.