Muy de vez en cuando vuelvo a Simon Leys y a su exquisita obra La felicidad de los pececillos (Acantilado) para nutrirme de enriquecedoras reflexiones sobre esta vida loca. El escritor, crítico y sinólogo belga ofrece en este pequeño texto pasajes que son puro deleite por su claridad. Su obra está impregnada de una afilada inteligencia, cosa que agradecemos los que necesitamos mantener activas a nuestras células grises, como si fuéramos el mismísimo Hercules Poirot de Agatha Christie. De entre esas lúcidas e inspiradas declaraciones que se encuentran en este libro recuerdo ahora una en la que Leys hace mención al hombre sensato, al que define como aquel que «no se deja impresionar por la firma al pie de la obra, sino solo por la calidad de la obra en sí». En cierto sentido, creo que nos han malacostumbrado a comprar “marcas” y eso puede resultar contraproducente para nuestro propio interés, pues siempre existe el peligro de sentirnos un tanto decepcionados si todas las expectativas depositadas en esas “marcas” se desvanecen de un día para otro por causas equis.

No todo lo que un artista o un escritor produzcan será siempre de nuestro agrado. Es prácticamente imposible, nuestros gustos cambian, nuestras experiencias. De ahí que lo más sensato, como advierte Simon Leys, sea impresionarse por la calidad de la obra en sí, pues es ella (o debiera ser) la auténtica protagonista de nuestras emociones y sensaciones. Aunque sea consciente de lo difícil que resulta olvidarse por unos momentos del nombre del autor/a de una pieza artística o un libro —el nombre siempre nos persuade de un modo u otro—, este ejercicio es sano para desembarazarnos de todo juicio y opinión previa. Sólo así conseguiremos dar rienda suelta a la inextinguible y tan necesaria curiosidad.

RECOMENDACIONES // Teniendo en cuenta todo lo anterior, y como viene siendo habitual, me permito el lujo de compartir algunas de las lecturas que creo serían ideales para regalar el próximo día 23 de abril, Día de Sant Jordi --basándome siempre, eso sí, en la coherencia de esas editoriales que buscan, ante todo, el valor literario de una obra--. Así, es imposible ignorar la reciente publicación de Pre-Textos, El hombre que ríe. Esta es una de las novelas más extrañas del autor de Los miserables, el francés Victor Hugo. El texto fue poco apreciado en su época, a pesar de que Hugo lo considerara lo mejor que había escrito. Quizá el barroquismo de la obra, de esta especie de epopeya, fuera demasiado para el lector de la época. No obstante, esta es, sin duda, una novela sobrecogedora de principio a fin. En todas sus páginas se pueden encontrar frases antológicas, al igual que en otra novelaza esperada por muchos de nosotros como es Su pasatiempo favorito, de William Gaddis.

La editorial hispanomexicana Sexto Piso publica esta obra como parte de su “misión” por “rescatar” a uno de los maestros de la narrativa contemporánea para el lector en lengua castellana. Tal y como nos reconociera el pasado año Santiago Tobón, estas publicación forman parte de lo que llaman una “política de autor”, es decir, apostar por incorporar las obras de un mismo autor a su catálogo, algo que están llevando a cabo también con John Barth o el genuino Gregor von Rezzori. En la entrevista que tuvimos ocasión de hacerle, Tobón confesaba que “Gaddis, sin duda, es uno de nuestros autores de la casa”. Ganadora del National Book Award, Su pasatiempo favorito fue su cuarta novela, y la última que publicó en vida. Un texto brillante que vuelve a acercarnos a la ingeniosa forma de narrar de un autor que dominó como pocos el arte del diálogo.

En este listado, subjetivo hasta la médula, no podía faltar otra de las grandes sorpresas del año. Se trata de otro “rescate”, en esta ocasión el de una escritora cuya fuerza narrativa está fuera de toda duda: Lucia Berlin. En palabras de Bárbara Pérez de Espinosa Barrio, “Berlin se adentró en un submundo, el de los inmigrantes, los alcohólicos, los excluidos, y narró, anticipándose al realismo sucio, la cara menos amable de Estados Unidos”. Comparada con Raymond Carver, Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara) ofrece un total de 43 relatos que, como nexo, se centran en la compasión. “Berlin entendía de sufrimientos, de vidas truncadas, de la compasión, de las debilidades, sin preocuparse del género”, suscribe Pérez de Espinosa. Aquellos amantes del humor y el sarcasmo, de las historias impregnadas en alcohol y de tintes un tanto devastadores, Lucia Berlin debe convertirse en una de sus autoras de cabecera.

Y de autora a autora. Sara Mesa se ha ganado, al menos para un servidor, el privilegio de ser considerada una narradora excepcional. Con Mala letra (Anagrama) aborda temas como la culpa y la redención, la falta de libertad... Once son los relatos que encontramos en esta obra cuyos protagonistas son, en gran parte, seres atormentados, llenos de remordimientos y dudas. La escritura de Mesa es absorbente, se apodera de uno en un instante, acercándote a esas vidas truncadas o que cojean, vidas que podrían ser las de uno mismo. Hay fragmentos inolvidables como este: «Todo era --todo es--, sin embargo, demasiado frágil en la vida. Y hay pequeños instantes, epifanías, revelaciones, imágenes que se abren, palabras que se desdoblan. Sucede a veces, y entonces algo se quiebra, y todo cambia. Esto también me pasó a mí, una tarde». Literatura con mayúsculas.

Otro libro que bien vale una misa, o dos, o tres, es Y eso fue lo que pasó, de Natalia Ginzburg. Acantilado, editorial que siempre edita con suma elegancia, publica esta novela, la segunda de la autora, que hasta la fecha permanecía inédita en castellano. Con un atractivo prólogo de Italo Calvino y con traducción del también autor Andrés Barba, esta obra es la historia de un amor desesperado. La autora italiana ofrece aquí una confesión desgarradora y lúcida, retrata la vida de una mujer que tras aguantar durante años las infidelidades del marido se encuentra indefensa y sola. Es esta una lectura dura, pero de gran belleza.

No quisiera terminar sin citar otros títulos que considero muy atractivos para regalar en Sant Jordi, como Carta sobre el poder de la escritura (Periférica), de Claude-Edmonde Magny; En la oscuridad (Mármara), de Friedrich Glauser; Metáfora y memoria. Ensayos reunidos (Mardulce), de Cynthia Ozick o un libro que está acaparando muchos titulares como Ciudad en llamas (Random House), de Garth Risk Hallberg. No dejen de leer, se lo ruego.