Hay vivencias difíciles de explicar, que no tienen un sentido exacto. A veces, es mejor así. Existe en ello algo mágico y no hay nada que nos entusiasme más, que nos sorprenda tanto, como el mundo de la ilusión. Siempre ansiamos volver a ser inocentes para adquirir nuevamente la capacidad de asombro. Cuando en una de mis visitas a la Librería Noviembre —antes L’Àmbit— de Benicàssim sus libreras me recomendaron encarecidamente que leyera a Luis Rodríguez, su pasión manifiesta fue suficiente para convencerme. Leer a Luis Rodríguez fue un acontecimiento en toda regla. Nunca antes leí nada parecido. Desde entonces estoy unido a él mediante un vínculo invisible pero férreo. Siento admiración por su capacidad de relatar, por su pasión evidente hacia la literatura.

Luis Rodríguez vive por y para la literatura, juega con ella, la domina como pocos en nuestro idioma. En La herida se mueve, que acaba de publicar Tropo Editores, vuelve a noquear al lector. En cierto modo, lo vacila. El escritor de Cosío (Cantabria), aunque benicense de pro, es un atrevido por incitar a la rebeldía, por querer hacernos partícipes de su universo, un universo plagado de ausencias, paradójicamente. Y es que en sus historias nunca se narran posibilidades, más bien certezas. Tras la presentación de esta su tercera novela en Benicàssim, en la ya mencionada Librería Noviembre, esta misma semana hizo lo propio en Argot, en la capital de la Plana.

¿Cómo afrontaste la escritura de La herida se mueve?

De todo lo que yo he escrito, que no es mucho, debo decir que ha sido con esta novela dónde he encontrado mayor dificultad en cuanto a su construcción. En mi primer libro, La soledad del cometa, tenía una idea previa, sabía que iba a ser confuso porque no había nombres propios ni localidades, tampoco se diferenciaban bien los narradores de la historia, hasta el punto de no discernir realmente si eran uno o dos. Los fui intercalando, hice que uno suplantara al otro, intercambié sus papeles. Ese juego siempre me ha gustado mucho. Lo que me interesaba en esta novela era la atmósfera. Novienvre, por el contrario, fue un ejercicio de pura bilis.

'La herida se mueve' (Tropo Editores), de Luis Rodríguez.

¿A qué te refieres?

Pues, fueron más de doscientas páginas escritas de pura bilis para narra la vida de Luis Rodríguez, que soy yo. Era mi vida novelada y muy exagerada, claro, incluso me apropié de anécdotas de personas cercanas a mí. Quería dar con una historia narrada con la secuencia: nace, vive y muere. Evidentemente, la muerte es pura ficción —ríe—.

«Sé que mi literatura es dura. No sé hacerlo de otra manera»

Entonces, y volviendo a La herida se mueve...

En esta tercera novela, me percaté de que necesitaba una arquitectura literaria, una estructura. Como decía al principio, era algo más complejo porque, a pesar de tener una vaga idea de lo que quería contar, que en este caso era una persecución, cuando me puse a escribir todo empezó a derivar en otros temas, a perder el rumbo.

Un rumbo que poco a poco retomas gracias a Genaro, el protagonista.

La herida se mueve, una vez finalizada y una vez le has dado mil vueltas, viene a contar la vida de Genaro, sí, que es un hombre incontinente, que no se contiene en sí mismo, es un hombre que vive una vida que no le es suficiente, que no le sacia, que necesita vivir fuera de su piel. Ese es Genaro.

El autor cántabro vive en Benicàssim desde hace años y se ha convertido en uno de los grandes autores en nuestro país. Gabriel Utiel

¿Y qué ocurre con él?

Pues le convierto sin querer en un delincuente metafísico, porque hace cosas que son de delincuentes pero salvo el atraco a un banco que se narra en un momento determinado, no tiene ningún resultado. Es un tío que juega con la vida, con muy poca moral o un concepto de la moral que no se asemeja en absoluto al nuestro.

¿Un hombre a la deriva?

Algo de lo que me di cuenta una vez avanzaba en la escritura es que convierto en incontinente hasta el propio entorno, interesándome por lo que no se cuenta. Da la sensación, en el caso de Genaro, de que nada ni nadie, ni él mismo, le basta. La incontinencia inunda toda la novela, Genaro inventa hasta lo que piensan las personas que hay a su alrededor.

Puede que esto sea algo, a priori, difícil de comprender, ¿no?

Reconozco que una novela no puede empezar con estas peripecias, de ahí que necesitara un tono, que encontré en la historia inicial de un señor que opera residuos de cerebro. Esa historia, que no tiene nada que ver con lo que se narra después, la quería porque quería ese punto fantástico, paranoico y absurdo, ese punto que te invita a sumergirte en la realidad de la novela, no de la vida real.

Se puede afirmar que no es esta una novela sencilla.

Tengo claro que no lo es, que la historia no es lineal y eso confunde al lector.

Pero a ti confundir al lector es lo que te interesa al fin y al cabo.

Yo mismo soy un lector bastante rebelde. Probablemente, el problema que tengo es que por más que me guste el poder de la imaginación, a mí me puede la frialdad mental.

«Algo de lo que me di cuenta una vez avanzaba en la escritura es que convierto en incontinente hasta el propio entorno»

¿Qué quieres decir exactamente con «frialdad mental»?

Por poner un ejemplo, cuando Genaro viaja desde Castellón a Soria y lleva con él un cadáver, aprovecha para hablar de cualquier nimiedad y elucubrar sobre la muerte pero le importa tres pitos quién es el cadáver. La mayoría de los lectores, más de un 90%, se preguntaría quién es, por qué tiene que aparecer su cuerpo en Soria, quién es el autor de su muerte. Es decir, quieren que, o bien les plantees un dilema o que se lo resuelvas. Al no darles eso, los lectores ya recelan, lo cual demuestra que tú, como escritor, estás jugando en su contra. A mí, como desgraciadamente tengo un ego tan grande, me gusta no darle al lector ninguna concesión.

¿Significa eso que eres un autor complejo? ¿Te identificas como tal?

Sé que mi literatura es dura. No sé hacerlo de otra manera. Estamos acostumbrados a un lenguaje repleto de subtramas y no apreciamos la sencillez, el ser directo, sin contemplaciones. Yo practico la literatura que me gusta leer, una literatura concisa.

Y si hablamos de literatura concisa, de aquello que te gusta leer, ¿qué nos recomiendas?

Recomiendo encarecidamente leer a Joao Gilberto Noll y su novela Lord, publicada en Adriana Hidalgo. Es absolutamente maravillosa, pura genialidad.