"Mi padre, al principio, no quería que yo fuese músico, siempre me decía que este es un oficio en el que se trabaja mucho y se cobra poco, además tienes que soportar a los directores indicándote una y otra vez lo que tienes que hacer”. Así se expresaba Yaron Traub en una entrevista realizada por Rafael Polanco. Habría que agradecer a Traub hijo esa pasión por la música, a pesar de las dificultades que esa decisión conllevaba, puesto que desde que se hiciera cargo de la Orquestra de València ha contribuido de modo decisivo a elevar el nivel artístico del conjunto hasta convertirlo en una de las orquestas de referencia en España.

Su experiencia con la batuta, dice el propio Traub en esa entrevista, “se puede valorar desde dos puntos de vista: el artístico y el humano. La razón por la cual decidí ser director fue por la posibilidad de poder trabajar con otros músicos y tener así la opción de compartir mis ideas artísticas. El trabajo con una orquesta tiene además un componente social que contribuye al desarrollo de las personas”. Precisamente, si algo caracteriza al israelí es su paternalismo, que le permite conciliar el detalle, la sutileza y claridad en los timbres, abarcando la gigantesca dimensión de las obras que interpreta con un alarde de esplendidez sonora.

UN AUTÉNTICO PORTENTO

El próximo jueves, 5 de junio, a las 20.00 horas, Traub dirigirá a la Orquestra de València en el concierto que ofrecerán en el Auditori i Palau de Congressos de Castelló. Destacar esta cita, además de por la presencia del propio Yaron Traub, se debe en gran medida a la intérprete solista que les acompañará para la ocasión. Hablamos de la violinista Vilde Frang, una de las indiscutibles nuevas estrellas de la escena a nivel europeo e internacional. La joven noruega de 28 años forma parte del histórico sello EMI --con quienes ha grabado ya tres álbumes-- y actúa siempre con su Stradivarius ‘Engleman’, que data de 1709, y que le presta la Nippon Music Foundation.

Para los auténticos amantes de la buena música clásica, perderse la actuación de Vilde Frang es un pecado --o debiera serlo--. Ella no solo domina a la perfección la técnica, sino que dota al violín de una voz humana. No son pocos los críticos que afirman que “habla con su violín, coge las impresiones y moldea el sonido a su antojo”. La verdad es que la noruega posee un auténtico don, una capacidad poco usual para concederle a la melodía que interpreta múltiples facetas y detalles. Frang juega con la música, la moldea, la hace totalmente suya, goza de un talento innato y eso es digno de alabanza. Como remarcan desde el Neue Zürcher Zeitung, “escucharla es una experiencia liberadora y, por tanto, tan agradable que a uno lo hipnotiza por completo”.

EL PROGRAMA

En el pasado siglo XX existió la costumbre de afirmar que Joaquín Turina no había demostrado un talento tan brillante como el de sus colegas Manuel de Falla, Isaac Albéniz o Enrique Granados. Por si fuera poco, le criticaron el haber cultivado un “andalucismo demasiado directo y superficial”. Sin embargo, las opiniones cambian. ¡Menos mal! Transcurrido el tiempo los críticos han empezado a prestar mayor atención a las obra de Turina, quizás por el hecho de que las generaciones anteriores menospreciaron en exceso al compositor sevillano.

Aún cuando no posee una obra tan sólida y homogénea como la de Albéniz, ni tan trascendental como la de Falla, Joaquín Turina reflejó en sus obras el alma de su Andalucía natal, con toda la honestidad de un artista enamorado de su tierra y de su pueblo. Entre sus partituras hay un tríptico orquestal en el que el compositor trabajó en los temas populares hasta convertirlos en una fantasía muy libre e imaginativa. Nos referimos a las ‘Danzas fantásticas’, escritas en 1920, y que abrirán el concierto de la Orquestra de València en su cita castellonense. Escritas originalmente para piano y orquestadas posteriormente por el propio Turina, estas danzas han pasado al repertorio sinfónico por su brillante colorido y su atractivo “españolismo”.

El ‘Concierto para violín nº 2 en re menor, op. 44’, de Max Bruch, será la siguiente pieza que el conjunto valenciano interprete. Compuesto en 1878, Bruch le dedicó la pieza al gran violinista español Pablo de Sarasate, quien fue el encargado de estrenarla en Londres en noviembre de ese mismo año bajo la dirección del propio Bruch. Si el apellido Sarasate les suena --seguro que es así-- sabrán que es uno de los grandes virtuosos del violín que jamás hayan existido. La joven Vilde Frang será la encargada de demostrar su capacidad interpretativa y emotividad a través de este pieza de gran complejidad.

El concierto finalizará con la representación de la ‘Sinfonía n.º 7 en re menor, op. 70’, de Antonin Dvorák. Es una obra emocionalmente turbulenta, como lo expresa la inscripción “del tiempo tormentoso” que llevaba en su primera publicación; ciertamente es la sinfonía más típicamente romántica de cuantas escribió Dvorák, recordando a la ‘Patética’ de Piotr Ilich Tchaikovsky. “El primer tema de mi nueva sinfonía destellaba dentro de mi mente como la llegada de un tren festivo que traía a nuestros campesinos de Pest”, escribió Dvorák. El compositor resolvió que su nueva sinfonía reflejaría la lucha política de la nación checa. Haciendo una sinfonía así también revelaría algo de su lucha personal en la reconciliación de sus sensaciones de simple y pacífico campesino con su patriotismo intenso y su deseo de ver prosperar a su pueblo, su tierra. “¡Quiera Dios que esta música checa mueva el mundo!”, afirmó.

Yaron Traub, Vilde Frang, la Orquestra de València, Joaquín Turina, Max Bruch y Antonin Dvorák como protagonistas. El Auditori de Castelló como gran escenario. Un concierto que promete grandes momentos de fascinación e hipnotismo.