29 de junio de 2008. Pasan pocos minutos de las 21.30 horas. España entera estalla de júbilo. Fernando Torres acaba de marcar un gol que puede valer un título, un gol que, a la postre, cambiaría la historia del fútbol español. El por entonces delantero del Liverpool rebasó a Philipp Lahm con sutileza, picó la pelota con el tacto justo para que esta sobrepasara al meta alemán y acabó con los gafes y complejos de una selección que parecía destinada a vivir de los cuartos. Su tanto le valió a España la segunda Eurocopa de la historia.

Era la primera en color, la primera de una era triunfal de la que todavía sigue bebiendo la selección. Porque en Austria, ganó el fútbol, la calma y el cerebro. Ganó la belleza y la furia dejó paso al tiki-taka y al futbolista jugón. Aquel junio de hace 10 años, la obra futbolística de Luis Aragonés, sustentada por la batuta de Iniesta, Xavi y Cesc, tocó el techo de Europa y conquistó el cetro continental 44 años después.

Adiós al gafe de cuartos

Más que título, en aquella Eurocopa España ganó una generación sin complejos, una generación capaz de olvidar los fantasmas del pasado y enseñar al país entero que la historia se podía cambiar. Todo empezó en cuartos, ante la vigente campeona del mundo. El combinado de Luis Aragonés se midió a Italia en un partido en el que el dominio español no pudo con la ardua defensa transalpina.

Ni el juego ni el toque sirvieron aquel día. Si lo hizo la suerte. Tras 120 minutos de juego, una mano providencial de Iker Casillas ante Di Natale llevó el envite a la tanda de penaltis. Y, cuando el maleficio de cuartos volvía a aparecer, Casillas acabó con él. El de Móstoles, con dos paradas provindenciales, se convirtió en el héroe de la noche y dejó que Cesc Fàbregas culminara la proeza. El catalán lanzó el quinto penalti y, con temple, impulsó a la Roja hacia la semifinal del torneo 24 años después. Allí, esperaba Rusia.

La Roja en estado puro

Tras el sufrimiento de los cuartos, en semifinales, la selección se gustó. Paredes, regates, pases al primer toque rápidos y precisos maravillaron a todo un continente que se rindió al juego de los españoles. De la mano del tiki-taka, España goleó (0-3) a Rusia y se citó con la historia; con Alemania.

En la final, Luis Aragonés alineó a su once de gala del torneo (a excepción de Fàbregas, que entró por el lesionado David Villa) para medirse al potente combinado alemán. La Roja comenzó, dubitativa, sorteando balones y bailando en defensa. Le costó entrar en el envite pero pronto encontró la pausa, el temple y el toque que la había llevado hasta la final. Y cuando solo se habían disputado 33 minutos, Torres, que había avisado con un remate al poste, empezó a escribir la nueva historia del fútbol español.

"Vi que Xavi recibió entre líneas y que se encontraba muy solo. En ese momento, me abro ligeramente a mi derecha para crear espacio y poder hacer una diagonal hacia la portería. Al pase de Xavi no puedo llegar ni controlarlo con claridad porque Lahm es capaz de cerrar y ganarme la posición. En ese instante, veo que puedo seguir mi carrera por fuera porque Lahm me frena con su cuerpo. Lehmann no sale rápido y, por un instante, pienso que puedo adelantar al defensa y llegar antes que el portero. Acelero y... el resto es historia", cuenta el 'Niño' sobre el gol que estrenó una era.