Caras, carísimas se cotizaron anoche las emociones en el Madrigal. No aparecieron hasta entrada la segunda parte. Fue un pulso contra el desencanto. Un duelo entre el romanticismo del sueño copero y la realidad de la administración de las fuerzas. No soy de los que cree en la derrota útil.

La apuesta del Villarreal pasa por defender la plaza Champions por la rentabilidad económica que supone y el prestigio deportivo que aporta. Sin olvidar la Europa League, que dentro de un mes pasará por jugársela contra el Nápoles. Empresa difícil.

Son los argumentos para entender las rotaciones de Marcelino y el envite lanzado a los menos habituales para reivindicarse contra un histórico como el Athletic y demostrar que se puede confiar en ellos. Cierto que la Copa, sino se gana, aporta poco.

Esta temporada, sin el Real Madrid, será una prioridad para equipos como el Valencia o el Sevilla, vista su trayectoria liguera. Cruces a vida o muerte y de mucho desgaste.

A pesar de todo, el Submarino de ayer caminó por el lado del desencanto, sin ganar el pulso a la reivindicación colectiva y personal para afrontar tres competiciones. Por suerte quedan objetivos muy ilusionantes que no deben contagiarse del desencanto de la eliminación. Los próximos partidos en el Madrigal son claves y deben afrontarse con el máximo empeño, desde el campo y desde la grada. H