Fran Escribá cerró el 2016 superando los números de su antecesor, Marcelino, en la primera parte del año. A pesar del complicado comienzo de su etapa en el club amarillo —la eliminación de la Champions— y la plaga de lesiones, el Villarreal no solo iba sacando adelante el curso, sino que por el camino ascendía al pico de sus últimos 12 meses, con la tercera plaza en la Liga. Quizás las sensaciones no eran las mejores, sobre todo por el lastre de un juego ofensivo que, desde el inicio de la temporada, no ha funcionado con demasiada solvencia. Pero la seguridad defensiva y la tremenda eficacia a la hora de aprovechar las pocas ocasiones dejaba en secundario el tema de la escasez goleadora.

Pero llegó el 2017 y con él la ausencia de victorias para confirmar la línea descendente en la segunda mitad de la primera vuelta de la Liga. Es un hecho. El Submarino ha pasado de cumplir a rajatabla con la llamada media inglesa, esa que marca un ritmo de puntuación de cuatro puntos cada dos partidos —para los puristas, ganar en casa y empatar a domicilio— a marcar una lenta progresión de poco más de un punto por partido. En las primeras nueve jornadas de la presente Liga el Villarreal presentó un balance de 2,1 puntos por partido; en las últimas nueve la media ha bajado de manera alarmante, solo 1,3 puntos por jornada.

El primer tropiezo

El punto de inflexión llegó con la primera derrota en Eibar, en la 10ª jornada. Aunque el Villarreal se rehizo días después con un 2-0 ante el Betis que permitía acceder a la tercera posición, las dudas que se empezaron a generar en Ipurua se reprodujeron en un trío de tristes partidos en San Mamés (1-0), ante el Alavés, en el entonces todavía Madrigal (0-2), y en Leganés (0-0) que abrieron la primera crisis, cerrada con el triunfo de prestigio ante el Atlético (3-0) y el cierre del 2016 en El Molinón (1-3). En el 2017, los triunfos siguen pasando de largo después de tres jornadas.