No fue un día brillante, al tiempo me refiero. Fue una tarde más bien gallega, con sus nubes y, como dicen por allá, hasta con su poalla. La consecuencia, unas gradas despobladas. Fueron los condicionantes de la última función en el Madrigal, después de una semana de grandes emociones (derbi incluido).

Un campo que, a pesar de la derrota de ayer, ha generado ilusión a raudales. Ninguno de los grandes ha ganado en el feudo groguet, y alguno ha salido escaldado. Y, por si fuera poco, la Europa League ha añadido más dosis de alegría.

Lo mejor fue ver el espectáculo desde la tranquilidad, sin sufrimiento ni dolor, porque el objetivo estaba más que satisfecho. Aunque no niego que me hubiera gustado otro marcador. A pesar de eso, la temporada ha sido brillante y lo mejor es que esa ilusión a la que me refería no ha acabado.

El Villarreal, en los últimos años, tiene el gran mérito de generar expectativas temporada tras temporada; y eso es muy complicado. Para empezar, el fútbol no ha acabado.

A partir de ahora, los esfuerzos deben centrarse en el filial y esa lucha por el ascenso a la Segunda. Un paso clave para el futuro deportivo de la entidad. Los chicos de Paco López merecen que la afición, que este año ha estado a gran nivel, se vuelque con ellos. Después llegarán los rumores del mercado. Más ilusión. La traca final será la lucha en la previa de la Champions. H