Hacía años que no veía a un equipo remontar un partido gracias a la afición. Porque fue la hinchada del Sevilla FC la que levantó a su equipo ante el Villarreal CF y consiguió que, pese a ir perdiendo 0-2 y habiendo fallado un penalti, igualaran la contienda 2-2... y no la ganaron de milagro.

Los fondos no cesaron un instante de animar. Y el resto del estadio acompañaba en todo momento. Me sorprendió ver a los socios de tribuna del Ramón Sánchez Pizjuán transformarse en improvisados y momentáneos ultras —con respeto, metafóricamente y sin ánimo de ofender— en cada decisión del colegiado que no era de su agrado. A cada falta del Villarreal, pitada ensordecedora; en cada acción polémica, petición de tarjeta; y hubo unos supuestos penaltis en los que los aficionados de cualquier rincón del campo se volvían literalmente locos... idos vaya.

Sabían lo mucho que se jugaba su equipo, ya que ganarle la Copa del Rey al Barcelona no será empresa fácil. En Sevilla, en el Pizjuán, fue la afición la que se puso el ‘10’ a la espalda. Y lo hicieron como debe hacerse: no silbaron al equipo incluso con 0-2, nadie dejó de animar, y sí que cuando Montella hizo algún cambios se pitó al sustituido por su bajo rendimiento, como a Muriel. ¡Ah! Y con 0-2 hasta el minuto 78 nadie se marcó del estadio.

Me gustaría que aquí tomásemos ejemplo, sin señalar a nadie. No hay que remar solo cuando se va ganando... que aquí los atascos no duran una hora.