Nunca el ascenso, el regreso a Segunda B en definitiva, ha estado tan al alcance de la mano del Castellón como ahora, fruto del 1-1 postrero en Portugalete. En 2015, los albinegros se trajeron un 1-0 de Linares en la eliminatoria entre campeones de grupo, mientras que un año después llegó a los últimos 90 minutos (en realidad, 120 más los interminables de los penaltis de Gavà) arrastrando el 2-2 de Castalia. Es posible gracias a la increíble resiliencia de los albinegros, plasmada en los goles agónicos que le permiten encarar el último encuentro en una posición ventajosa, como una metáfora de todo lo que le ha vivido desde que fue descendido administrativamente a Tercera en julio del 2011.

Siete temporadas en las que el albinegrismo ha vivido permanentemente asomado el abismo, temiendo por la propia supervivencia del club cada verano, después de que las aspiraciones de volver a Segunda B muriesen en desafortunadas promociones, eliminados por penaltis, valor doble de los goles marcados a domicilio, descuentos aciagos... Algo está cambiando, llámenle suerte, justicia poética o, simplemente, porque este año toca. Sí o sí.

UN TRIUNFO Y CUATRO EMPATES

Ahí está el Castellón, que se ha plantado ante el compromiso decisivo habiendo ganado solamente uno de los cinco de los play-off (si el domingo lograse otro 0-0 en Castalia, subiría con cinco empates y una victoria. Un Castellón que compite como nunca lo ha hecho y que se agarra a sus opciones muy por encima de las cuestiones futbolísticas, después de tres partidos, los dos frente al Sant Andreu y el del domingo en La Florida, en los que ha desempeñado ejercicios de supervivencia por encima de toda lógica. Dominado en la mayor parte de esos tres encuentros, con un mínimo de ocasiones, dos goles marcados (ambos de penalti...), difícil exprimir más el escaso pero a la postre determinante bagaje ofensivo.

COMPETIR, COMPETIR Y COMPETIR

Para el Castellón, los partidos no terminan hasta que no pita el árbitro. Literal. Sucedió en el 4-1 del Tropezón en Castalia, tras el 0-1 en el Narcís Sala (justo antes del descanso) y con el 1-1 de Portugalete. Los albinegros firmaron esos goles y el balón ya no se puso en juego. De los siete goles en esta fase de ascenso, tres han llegado pasados el minuto 90 y otros dos, en el descuento del primer tiempo. Sin olvidar de la igualada de Iván Sales en Tanos. A excepción del 2-1 frente al Tropezón, en el 61, el resto han llegado en los estertores bien del primer tiempo, bien del segundo. Sorprende también el papel de los revulsivos: el grauero en Santa Ana, Cristian Herrera con su hat-trick en la primera ronda y el gerundense frente a los gualdinegros.

ESPÍRITU

Pocos encarnan ese espíritu agonístico como Enrique José Sampedro, que debió ser relevado por Abraham Peleteiro en el descanso por un golpe en la cabeza (Àngel Dealbert recibiría otro), que obligó al abnegado central habitual y lateral ocasional (zurdo o diestro) a pasar por el hospital para una exploración. Todo correcto... y el domingo, al pie del cañón para el que sea último encuentro en Tercera.