El Ramón Sánchez Pizjuán no es un campo especialmente amable con el Villarreal. Tradicionalmente, siempre ha sido un escenario más bien adverso para los intereses del Submarino. Ayer, en el día menos propicio, no fue diferente. Lo abultado del resultado dejó un regusto extrañamente amargo, ya que ni refleja al Villarreal al que estamos acostumbrados, ni los méritos mostrados sobre el césped.

Remontaron los groguets del 1-0 al 1-2 gracias a la alta efectividad de Bakambu, quien, en las dos primeras llegadas a puerta, conseguía neutralizar la ventaja nervionense. Un hecho nada habitual, acostumbrados como estábamos a ganar por la mínima y a sacar el máximo rendimiento a los aciertos. Una alegría extraña y agradable a la vez.

En el otro lado del campo, en la defensa, la moneda sentenció con la cruz. Una sorpresa desagradable y rara a la vez. Víctor Ruiz, un jugador fiable, tuvo un error que, sumado a otros de sus compañeros, le dio alas al Sevilla para empatar y remontar. La conclusión es que el Villarreal fue otro Villarreal: con aciertos en ataque y errores en defensa. Aun así, nadie puede negar que, en absoluto, dejó de competir y que buscó la reacción y la portería cuando iba por debajo en el marcador. La clasificación se aprieta y ahora, más que nunca, hay que defender lo conseguido hasta el momento, porque la cuarta plaza sigue viva y todavía es grogueta. H