Ganadora de la tercera y la sexta edición del Mundial de Rugby, Sudáfrica sueña con repetir éxito en la novena. Doce años pasaron entre su mitificado triunfo en la Copa del Mundo disputada en casa en 1995 y la victoria sobre Inglaterra en Saint-Denis del 2007, y otros 12 han transcurrido hasta ahora, cuando los Springboks están a un solo paso de la final. Batir a Gales este domingo (10 h. Vamos) permitiría luchar por la Copa Webb Ellis el 2 de noviembre en Yokohama contra la favorita Nueva Zelanda o Inglaterra, que este sábado (10 h. Vamos) disputan la primera semifinal.

Las opciones del conjunto africano pasan por saber gestionar tensiones raciales aún hoy latentes en la 'nación arcoíris' que alumbró Nelson Mandela y por el papel de uno de sus jugadores más destacados de este Mundial, Damian de Allende. El centro de los Boks, de 27 años y con ascendencia española, asoma en algunas quinielas como candidato a mejor jugador del torneo, sobre todo tras su partidazo en cuartos contra Japón. Sus 17 'tackles' lideraron ante la anfitriona una línea defensiva implacable. Difícil de parar cuando tiene el balón en las manos, también anotó un ensayo, aunque fue anulado.

Internacional desde el 2014, De Allende es un portento físico de 1,89 metros y 101 kilos que no desmerece con el pie ni en el juego de mano. Los aficionados reclaman que se prodigue más con el pase, pero su seleccionador, Rassie Erasmus, valora por encima de todo su papel como pegamento del centro del campo. "Lo más importante es el momentum que hemos construido. El trabajo duro comienza a dar sus frutos", explica el centro, en la misma línea que el rol que desempeña sobre el campo, silencioso pero eficiente. Muchos ven en él al Conrad Smith que comandó los triunfos de Nueva Zelanda del 2011 y el 2015. "Por fortuna llevo dos años sin lesiones. No diría que estoy en mi mejor momento, pero estoy disfrutando".

ICONO DE LA MODA

La elegancia que a veces no puede exhibir en el césped la despliega en los campos de golf, una de sus aficiones, y en el mundo de la moda. De Allende ha posado para revistas como 'Mens Health', 'GQ' y 'LUomo Vogue', luciendo su mirada clara y su hercúleo físico latino. Unos ragos (piel morena, pelo oscuro) que hace años provocaron una polémica acerca de su raza que solo se entiende en el contexto de la Sudáfrica postapartheid.

En cualquier selección, hacer recuento en una convocatoria por razas sería un escándalo. Pero en Sudáfrica, donde se instauró un sistema de cuotas para revertir las desigualdades del régimen, es obligado. En la lista para el Mundial del 2015 debía haber nueve jugadores negros. Dado que eran ocho, el debate nacional era si De Allende tenía o no antepasados negros. Su padre zanjó el asunto desvelando su ascendencia española.

La anécdota muestra que pese a la magnífica gestión que Mandela hizo en el Mundial de 1995 con los Springboks, uno de los símbolos del apartheid, la tensión racial sigue presente. En aquel 1995 Chester Williams (fallecido hace dos meses) se convirtió en el primer negro en la selección desde el fin del régimen. En el también victorioso 2007 ya eran seis. En este Mundial, la capitanía de Siya Kolisi ha derribado otra barrera, aunque no faltan las críticas por el silencio que mantiene acerca de las acusaciones que recaen sobre el segunda línea Ethen Etzebeth, quien presuntamente agredió y llamó 'hotnot' (término racista) a un mendigo antes del Mundial.

POLÉMICA VIRAL

"Somos un equipo unido, no pienso que haya que se señalarnos por eso", se enfada Erasmus acerca de la última polémica que surca las redes: jugadores blancos abrazándose tras batir a Italia y, supuestamente, ninguneando al ala Makazole Mapimpi, negro. "Como jugadores estamos entusiasmados, con mucha confianza relata De Allende. Queremos al país entero detrás y con nuestra misma emoción. Queremos todo su apoyo, toda la fuerza que puedan darnos, y ojalá al final del Mundial podamos celebrarlo como un solo país y una sola nación".