El mortal accidente de Jules Bianchi aún flota en la memoria colectiva de la F-1. La última víctima todavía llena el recuerdo y el corazón de esta disciplina. De ahí el escalofrío que ayer recorrió todo el paddock cuando Fernando Alonso salió catapultado a 300 km/h para volar boca abajo, como si su McLaren fuese un F-18, antes de impactar brutalmente contra el muro y destruirlo. “Salí todo lo rápido que pude del coche para que la gente, mi familia, se tranquilizara”. Su imagen, al lado de un amasijo de ruedas, motor y fibra de carbono, dejó constancia de lo que podía haber sido. “Soy consciente de que hoy he gastado una de las vidas que me quedaban”, asumió el bicampeón del mundo, aún impactado.

El choque fue de tal virulencia que cuesta creer que Alonso solo sufriera golpes y presentara una cojera. “Me duele un poco todo. Mañana igual salen los golpes, sobre todo en la rodilla izquierda. He sido muy afortunado. No eres consciente exactamente en qué lugar estás. Simplemente estás volando, ves el cielo, el suelo, el cielo, el suelo… y no lo sabes”. “¿La verdad? Todo ha sido demasiado escalofriante”, dijo el Nano.

MUCHO MIEDO // “Pasé mucho, mucho miedo. Lo vi todo en los retrovisores. Salí corriendo del coche para ver cómo estaba Fernando y, enseguida, me tranquilicé”, explicó Esteban Gutiérrez, todavía muy impactado. En cierta manera recordó mucho al accidente sufrido en la misma curva de Albert Park por Martin Brundle, 20 años atrás. Y en cierta manera, la virulencia, la aparatosidad, el destrozo del McLaren, cómo quedó el coche de Robert Kubica en Canadá 2007. Alonso iba a adelantar a Gutiérrez en la zona más rápida, en la frenada más fuerte, pero apenas unos centímetros le hicieron salir volando, catapultado por la rueda trasera izquierda del Haas del mexicano. “Es difícil saber lo que pasó, íbamos muy juntos, muy pegados, cogí el rebufo todo lo que pude, iba muy cerca de él, seguramente perdí la referencia de la frenada”, contó honestamente Fernando.

El accidente del español provocó la interrupción de la carrera, una bandera roja que permitió a los Mercedes recuperar el terreno perdido respecto a Sebastian Vettel y acabar ganando, de la mano del alemán Nico Rosberg, con Hamilton en segunda posición, un GP que tenían totalmente perdido. Los Ferrari se merendaron a los Mercedes en la salida y cuando Vettel tenía la carrera controlada, en el segundo cambio de gomas, sus mecánicos hicieron una pésima parada y dejaron que las estrellas plateadas se escapasen.

De todo ello y más se enteró Alonso mientras pasaba revisión médica, antes de volver a reunirse con los comisarios de carrera para debatir sobre el incidente en compañía, cómo no, de Gutiérrez, que insistió que él no había tenido la sensación de cambiar de trayectoria. Sabido es que, cuando van a ser adelantados, los coches de delante no puede zigzaguear y no pareció que el mexicano de Haas lo hiciera.

El accidente, lógicamente, ha puesto de nuevo sobre la mesa la necesidad de implementar la seguridad de los monoplazas con el halo que tanto Ferrari como Red Bull y Mercedes están evolucionando por separado con diferentes soluciones. Una de las ruedas estuvo a punto de golpear el casco de Alonso. Eso por no hablar de los metros que viajó boca abajo a toda velocidad hasta impactar con un muro del circuito. H