"También en la hípica". La frase martillea una y otra vez en la carta que la examazona francesa Amélie Quéguiner dirige al presidente de Federación Francesa de Hípica, Serge Lecomte,en la que explica que en los años 80, siendo una adolescente, fue "la presa y la víctima" de su entrenador, que la violó durante una década, y de otros dos técnicos. Un caso que se une a las denuncias de antiguas patinadoras, nadadoras y tenistas, cuyos relatos han conmocionado a la sociedad gala.

"Estaba dentro de un microcosmos, un nido de depredadores en 50 kilómetros a la redonda, una inmunidad y un silencio absolutos", ha relatado Quéguiner, la última en hacer acopio del valor suficiente para unirse al #MeToo del deporte francés. El divorcio de sus padres, cuando tenía 11 años, inició el acercamiento de su entrenador, que acabó siendo la pareja de su madre. "Era mi entrenador y mi padrastro, tenía el control sobre mí las 24 horas del día", lamenta.

BLOQUEO, VERGÜENZA Y CULPABILIDAD

En un viaje sin su madre para asistir a una boda sufrió la primera de muchas violaciones. "Estaba sola con él en una habitación de hotel. ¿Por qué no lo conté? Es el clásico esquema de bloqueo, vergüenza, culpabilidad. Me daba miedo, era tiránico", explica, marcada aún por el recuerdo de someterse a un test de embarazo con 14 años.

"Sucedía varias veces cada semana. Cada noche venía a mi habitación a decirme buenas noches. Cuando viajábamos a una competición y viajaba a solas con él en un camión o un coche, era común que parásemos", ha explicado a AFP. "Como en el caso de Isabelle Demongeot una tenista que denunció haber sido violada, eran actos furtivos, nunca pasé una noche entera con él. Eran cinco minutos detrás de una puerta, en un coche, siempre con violencia, sin preparación, sin palabra alguna".

AISLADA DE LA GENTE

Los abusos llegaban a una dominación absoluta, a un sometimiento total a su voluntad. "Si hacía algo que él consideraba una falta, me dejaba sin entrenar, me apartaba de todo el mundo, me insultaba cuando montaba a caballo. La tortura que me hizo sufrir me llevó al punto de ser yo quien reclamaba tener sexo con él para calmarle y a pedirle perdón. Cuando lo obtenía, podía volver a entrenar".

Hace dos años ya presentó una denuncia contra él. Pese a saber que los hechos han prescrito, también ha denunciado a un supervisor regional y a otro entrenador que también la sometieron a abusos sexuales. Tras sufrir depresión y varias tentativas de suicidio, el caso de la patinadora Sarah Abitbol, que publicó un libro en el que explica que fue violada por el entrenador Gilles Beyer y denuncia la pasividad de la federación (este sábado ha dimitido el presidente de la federación de deportes de hielo, Didier Gailhaguet), actuó como un resorte en ella. "Eliminó el último rastro de culpa que pudiera haber en mí, me demostró que no estaba sola, que era una víctima más de algo que se puede y se debe contar. Estos hechos existen en el deporte y en particular en la hípica".