Fue como si, de golpe, el récord mundial de salto con pértiga pasara de 6 a 12 metros. Acostumbrados a que la etiqueta de traspaso más caro de la historia cambiara cada pocos años y con incrementos progresivos (ver gráfico), el asalto del PSG al Barcelona por Neymar rompió todos los cánones. Nasser Al-Khelaïfi ni preguntó: miró la etiqueta y pagó los 222 millones.

Acaba de cumplirse un año de la materialización de aquella jugada, a la que todo el mundo (excepto sus propios compañeros en el Barça) tardó en dar credibilidad cuando, tres semanas antes, empezaron los rumores. Han pasado 12 meses y no está claro quién ganó en aquella operación. El Barcelona, que se gastó lo ingresado y más en Dembélé (145) y Coutinho (160), continúa sin tener claro cómo llenar el hueco que Ney dejó en la delantera; el paso adelante que ansiaba dar el PSG es de momento más económico y social que deportivo; y el jugador, que aspiraba a acercarse al Balón de Oro alejándose de Messi, de momento ni siquiera está entre los 10 candidatos a The Best.

Más inflación con Mbappé

No ha sido la temporada soñada para Neymar. Y eso que en la primera parte del curso, junto a Cavani y Mbappé (a sus 18 años, el segundo fichaje más caro de la historia, con 180 millones), deslumbró con actuaciones maravillosas. Tan embalado estaba el club, que el emparejamiento con el Real Madrid en la Champions casi se celebró en París.

Pero volvió el soniquete de la Champions y la historia cambió. El tridente que arrollaba en Francia hincó la rodilla en el Bernabéu; luego, la esperanza de remontar para meterse encuartos se diluyó con la lesión de Neymar ante el Olympique Marsella.

El brasileño, que acumulaba 28 goles y 18 asistencias hasta entonces, no se enfundaba la camiseta del PSG desde aquel 25 de febrero... hasta ayer. Neymar disputó el último cuarto de hora en la Supercopa de Francia disputada en la ciudad china de Shenzhen, en la que los parisinos arrollaron al Mónaco (4-0). El exazulgrana se marchó a su país a recuperarse con un único objetivo en la mente: ganar el Mundial con Brasil. Su exhibicionismo en las redes, de evento en evento, no sentó bien en el Parque de los Príncipes.

Ocasión perdida en Rusia

Inmerso ya en una cruzada personal, Neymar encaró el Mundial como un trampolín que le elevara a la cima. El pobre campeonato de Cristiano Ronaldo y Messi parecía allanar el camino, pero el 10 de Brasil tampoco deslumbró. Tuvo destellos, acaparó portadas (a veces robadas, como sus lágrimas después de ganar a Costa Rica), pero el personaje se acabó apoderando del fútbolista, convertido durante la cita de Rusia en meme global por sus exageraciones y revolcones sobre el césped.

Quizá si Courtois no hubiera firmado la parada de su vida en los cuartos de final, cuando el derechazo de Neymar se disponía a entrar por la escuadra en el minuto 93, la percepción sería hoy distinta, pero lo cierto es que el jugador más caro de la historia ni acercó al PSG a la Champions ni a Brasil a su sexta estrella. En cambio, su traspaso dejó tras de sí la sensación de que todo es posible, aunque solamente para algunos. ¿Quién puede descartar que algún club pague los 200 millones de cláusula de Griezmann, recién renovado por el Atlético?...