Para quien no conozca a Conor McGregor, a grandes rasgos se puede decir que es el luchador de Artes Marciales Mixtas (MMA) más famoso de todos los tiempos, que tras embolsarse millones de euros, amén de ganar un sinfín de títulos, se retiró a comienzos de este 2019 para expandir su marca de whisky.

Por su parte, Antoni Martí Segarra cuenta con un palmarés más reducido que el irlandés, tampoco dispone de una destilería propia y desde luego su cuenta bancaria presenta menos ceros, pero a sus 20 años el valldeuxense ya ha celebrado 23 victorias y solo tres derrotas en su carrera en MMA y ha conquistado ya pese a su juventud dos campeonatos de España, un subcampeonato de Europa y se ha colgado el bronce en el reciente Mundial disputado en Baréin.

El provincial sueña con seguir los pasos de McGregor y llegar a ganarse la vida con su pasión, pero por si acaso está preparando oposiciones a policía: «Para ir al último Europeo me tuve que pagar el viaje de mi bolsillo. Esto da para lo que da, pero me gustaría luchar por todo el mundo en grandes torneos como la UFC».

Para conseguir el espectacular balance de victorias, Antoni tiene que entrenar «una media de seis o siete horas al día» en el Shotokan Sport de la Vall d’Uixó a las órdenes de los Eduardo Riego —son padre e hijo—: «Además de haberme enseñado a luchar desde que fui al gimnasio con 15 años, me han inculcado unos valores de disciplina y constancia que son los que me han permitido estar donde estoy».

Sí reconoce Antoni que la menos convencida de su entorno con su deporte es su madre: «Vino a verme a un combate, pero al salir me dijo que ya no volvería más por lo que sufre. A mi padre sí que le gusta más y viene cuando puede. De todas formas, ahora me ven mucho más centrado porque el MMA me ha dado estabilidad».

Ni una ‘torta’ fuera del ring

Cuando el resto de los mortales ven una lucha de MMA llama la atención la virulencia con la que se deben emplear ambos contendientes. Sin embargo, Antoni destaca que una vez acaba el combate «hay mucha deportividad. Solo me he encontrado con un par de rivales que han tenido gestos feos: Un sueco se negó a darme la mano antes de empezar a luchar y un ruso, después de que el árbitro nos separara tiró a pegarme. Por suerte gané a ambos», recuerda.

Lo que sí asegura Antoni Martí es que fuera del ring es un joven tranquilo enemigo de cualquier tipo de violencia: «Aunque trabajo en el mundo de la noche como seguridad en Castelló y ves muchas cosas, por suerte no he tenido que pegarme nunca en la calle. Soy muy tranquilo y tengo mano izquierda».

El joven de la Vall d’Uixó, que a nivel deportivo destaca «por la pelea por arriba y por el juego de suelo», asegura que una vez compite «los golpes no duelen» y busca seguir con paso firme hacia el profesionalismo en este deporte.